Luckas y Kratos.

in #luckas3 years ago

Resumen:

En diferentes y repetidas ocasiones Lukács fue visto por su obra teórica como revisionista, oportunista y liquidador del marxismo, sobre todo por la ira de los bolcheviques que condenaron su libro Historia y conciencia de clase durante el Quinto Congreso de la Internacional Comunista en 1924. Acusaciones de las cuales salía bien librado a través de un repudio reiterado de sus propios escritos. En 1956 el XX Congreso de Jruchev lo alentó en convertirse en precursor de la Revolución húngara, pero tras el fracaso vinieron nuevas rectificaciones. Todo ello dio la impresión de que Lukács estuvo lejos de preferir el martirio optando tácticamente por la aparente sumisión a la línea stalinista con la cual siempre discrepó. Sin embargo, demostraremos que la conducta sinuosa de Lukács no fue por cobardía ni temor, sino que respondía a una ortodoxia política que defendió sofisticadamente un sistema opresivo.

I
EL PODER DE LO SUBJETIVO
Historia y conciencia de clase es un conjunto de ensayos teóricos publicados en forma de libro en 1923. En ella se traslucen varios hechos: un idealismo ético y una perspectiva neorromántica-antipositivista, aprendida en sus años juveniles siendo alumno de George Simmel en la Universidad de Berlín (1909-10) y de Max Weber en la Universidad de Heidelberg (1913-14); un idealismo revolucionario, señalado con su ingreso de manera sorpresiva al Partido Comunista Húngaro después de la Revolución Rusa; el impacto emocional que le causó el derrumbe de la República Soviética Húngara en 1919 y finalmente la emigración vienesa, que le permitió escribir su mejor obra considerada como el arranque del renacimiento de la filosofía marxista.
El propósito principal del libro –y éste es su principal aporte- es redescubrir el poder del agente subjetivo y atacar el materialismo vulgar del marxismo ortodoxo. La crítica de Lukács al marxismo ortodoxo partía de su insistencia hegeliana en la función creativa de la conciencia humana. Ridiculizó un marxismo convertido en positivismo evolucionista, basado en un materialismo naturalista, la teoría “reflejo” del conocimiento y las engelsianas leyes dialécticas eternas similares a las de la naturaleza. Para Lukács no hay tal “dialéctica de la naturaleza”, pues el determinante central de la dialéctica –la interacción entre sujeto y objeto- está ausente en el mundo de la naturaleza, además tal dialéctica engelsiana excluye de su funcionamiento al pensamiento humano.

La revolución socialista no puede ser contemplada como la consecuencia automática de las mayores contradicciones del capitalismo puesto que la acción humana es libre, ningún proceso económico por sí mismo sería capaz de producir la caída del capitalismo ni transformar la conciencia de la masa que requería una lucha ideológica enérgica. Pensaba como Hegel que la historia tiene una lógica interna que impulsa a la humanidad hacia unas metas esenciales predeterminadas, pero el demiurgo histórico lo halló en el proletariado como fuerza histórica concreta. Pero el reino de la libertad no es algo previsible sobre la base de un análisis de las leyes económicas inquebrantables, sino que el significado de la historia es inmanente a la naturaleza del hombre y de la actividad humana-proletaria consciente.
Para Lukács los marxistas ortodoxos han sucumbido al proceso de cosificación social, el rasgo más débil del pensamiento burgués, porque afirman la existencia de procesos históricos objetivos, inmunes al control humano. Nacido del análisis de Marx del “fetichismo de la mercancía”, la reificación se refiere al proceso por el que los productos del trabajo humano se convierten en “cosas” autónomas que gobiernan a los hombres mediante leyes aparentemente inexorables. Los hombres se convierten objetiva y subjetivamente en espectadores pasivos en vez de en sujetos activos.

La cosificación social consiste en someter la creatividad esencial humana a fuerzas ajenas impersonales. Deshumanización especialmente obvia en el sistema de producción capitalista, donde la fuerza de trabajo humana se convierte en una mercancía intercambiable, limitada a tareas sencillas y repetibles. De todo ello resulta un mundo fragmentado de seres humanos entorpecidos para los que la unidad de la sociedad y de la historia se convierte en algo ininteligible.

Esto lo lleva a Lukács a la noción de totalidad, por la cual se contempla a la sociedad como un universo histórico-social dinámico y único cuya totalidad determina y da sentido a todas sus partes constituyentes. La compresión global es atributo del proletariado que disfruta de una intuición privilegiada en virtud de su posición social. El punto de vista de clase proletaria determina la posesión de la verdad total.

Su pensamiento literario fue expresado en La novela histórica publicada en 1958. Para Lukács el realismo socialista no es reproducción exacta de la vida cotidiana socialista porque el artista progresista debe transformar la experiencia individual en imágenes de validez universal. Aprecia el realismo crítico de Balzac y Scout al evocar los conflictos estructurales de la época a través de los destinos individuales. Pero al conjunto de la literatura modernista como el naturalismo, expresionismo, surrealismo, entre otros, los califica como formas decadentes de arte por su subjetivismo que no vincula la experiencia personal con la representación objetiva del mundo.

En 1953 publicó El Asalto a la razón donde pretendió mostrar cómo el irracionalismo preparó el triunfo de Hitler. El irracionalismo es fenomenalista e idealista subjetivo, acentúa las limitaciones de la ciencia, apela a la intuición de una élite y niega la explicación científica de la historia. Tiene tres momentos: el feudal representado por Schelling, Schopenhauer y Kierkegaard, el capitalista con Nietzsche y la imperialista con Dilthey hasta el existencialismo.

II
LAS INCONSISTENCIAS

La primera inconsistencia de su pensamiento recae en que el desprecio que sentía por el determinismo objetivo del marxismo vulgar no le impidió considerar al proletariado como el poseedor de la verdad total, es decir supuso la existencia de un determinismo subjetivo a nivel de la conciencia humana que niega el poder de lo subjetivo.
La segunda inconsistencia radica en que al lado de la rechazada idea de la “dialéctica de la naturaleza”, que niega la espontaneidad del pensamiento y la voluntad, restringe la libertad de la acción humana a la consecuente conciencia de clase, al considerarla como la única capaz de romper con el proceso de cosificación social.
La tercera inconsistencia subyace en que al admitir una lógica interna de la historia identifica a ésta no con toda la humanidad sino que con el proletariado, considerada como una fuerza histórica teleológicamente determinada.
La cuarta inconsistencia reside en que al considerar que la caída del capitalismo no puede ser consecuencia automática de la agudización de sus contradicciones sino que debe ser fruto de la transformación de la conciencia de la masa, sin embargo considera que sólo la ideología comunista es capaz de llevar adelante esta lucha, limitando el poder de lo subjetivo de las otras posiciones de clase.
La quinta inconsistencia anida en su afirmación en que el reino de la libertad será alcanzada no por la actividad humana consciente sino por la actividad proletaria consciente, restringiendo de manera clasista el poder transformador de lo subjetivo.
La sexta inconsistencia del poder de lo subjetivo se manifiesta cuando sostiene que sólo el proletariado disfruta de una intuición privilegiada para comprender el sentido de la historia en su totalidad.
La séptima inconsistencia es evidente cuando observamos cómo Lukács dice que el proletariado está mermado por la reificación capitalista y luego termina atribuyéndole paradójicamente una perspectiva privilegiada para comprender la historia. Una conciencia fragmentada del mundo no puede contemplar el universo histórico-social como un todo dinámico y único.
La octava inconsistencia estriba en que desdeña el determinismo naturalista pero para sustituirlo por el determinismo de la posición social proletaria, el cual se convierte en el nuevo demiurgo de la historia.
La novena inconsistencia descansa en que las categorías centrales de la dialéctica de Lukács, como son los conceptos de totalidad –unidad de contradicciones interactuantes- y de mediación –determinante determinado-, en vez de ser empleados para proponer la tarea de la radical democratización de todas las estructuras sociales sólo las limita a un utópico reagrupamiento de las jerarquías existentes –trust de cerebros-.
La décima inconsistencia nos lleva hacia el concepto de totalidad, cuya explicación está siempre relacionada con la totalidad objetiva y nunca se refiere a la totalidad subjetiva, a la verdadera totalidad individual como necesidad básica del hombre. Su atención a la totalidad objetiva le impide prestar atención a la vida personal del individuo si no es a partir de su perspectiva partidista.
La décima primera inconsistencia respecto al poder de lo subjetivo está relacionada con su actividad como crítico literario. Su exacerbado interés por los cambios sociales lo conduce a apreciar al artista por sus relaciones con la base material, con ello lo convierte en ideólogo y descuida las relaciones internas de la obra de arte.
La décima segunda inconsistencia se retrotrae a su definición del arte como reflejo emocionalmente evocativo de leyes socio-históricos pero deja sin esclarecer la lógica interna de los sentimientos.
La décima tercera inconsistencia parte de su tesis que la novela histórica surge inevitablemente después de las grandes transformaciones sociales modernas, pero su materialismo histórico no llega a explicar por qué la novela surgió cuando surgió. Su mala evaluación se repite en Kafka, pues la misma náusea la pudieron sentir los intelectuales en la Rusia de Stalin. Y su esquematismo marxista lo hace excluir al socialismo de la petrificación literaria del capitalismo.
La décima cuarta inconsistencia consiste en que su teoría estética nunca trató sistemáticamente el concepto de lo “bello” por estar más preocupado por el equilibrio de las contradicciones sociales en vez de las pasiones del creador de belleza.
La décima quinta inconsistencia se relaciona con su evaluación peyorativa del irracionalismo, que lo lleva a desatender el hecho que fue una reacción contra el exceso de confianza en la razón en el siglo XVIII y XIX; también lo conduce a no reconocer los factores no racionales en el marxismo –como el mesianismo-, en la ciencia, la moral, la política, la estética, el pensamiento, la voluntad y la imaginación. Es decir, ignora las fuerzas irracionales de la naturaleza humana.

III
CONCLUSIÓN

La crítica de Lukács al marxismo ortodoxo se limita al materialismo dialéctico de Engels, buscando con ello revitalizar el materialismo histórico de Marx. De este modo, al apartarse del positivismo evolucionista del marxismo vulgar sentó las bases del renacimiento de la filosofía marxista. Sin embargo, su ortodoxia política le impide desprenderse de un criterio partidista que termina ahogando el poder de lo subjetivo en un anodino rescate de la “totalidad objetiva”, en desmedro de la “totalidad subjetiva”.
De acuerdo con la dialéctica de la totalidad objetiva de Lukács el hombre no puede asumir la necesidad de constituirse en una totalidad independiente y autónoma, y ello así acontece a pesar de hacer de la categoría de la “elección” la base de la ontología social. Del mismo modo, su crítica literaria condena el subjetivismo artístico a favor de la representación objetiva del mundo. Su falta de comprensión hacia los factores irracionales de la naturaleza humana no lo facultó para rebasar la totalidad objetiva y entender al hombre como persona dotada de pasiones y sentimientos y no sólo razón e inteligencia.
En consecuencia, no es que Lukács para evitar el martirio prefirió la sumisión táctica a la línea del Partido, sino que, su ortodoxia política y literaria nace de una íntima consecuencia de su pensamiento con el partidismo y dogmatismo de una ideología opresiva, aunque lo haga a través de una refinada justificación de la represión del disentimiento. Fue el apologeta sofisticado de la opresión política.
Su firme compromiso con el poder de lo subjetivo queda esfumado por su compromiso con las nociones de infalibilidad de la conciencia de clase y del partido. En suma, las inconsistencias y contradicciones del pensamiento de Lukács surgen de la superación incompleta del marxismo, la cual se limitó a denostar el materialismo dialéctico sin desvestir las debilidades e incongruencias del materialismo histórico. La principal lección teórico-práctico de su filosofía –la superación del dogmatismo y del partidismo que no realizó- ha quedado superado tras los hechos del mismísimo “poder de lo subjetivo”, que terminó por derrumbar a la URSS y al “socialismo real”. Y es que sencillamente el poder de lo subjetivo se ubica por encima de las ideologías para insertarse como una característica ontológica del ser del hombre.

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