Un trabajo que me cambió

Nuestra rutina diaria como padres de niños en edad escolar es ajetreada: levantarnos temprano, preparar desayunos y/o almuerzos, meriendas, ducharnos, vestirnos, levantar a los niños, vestirlos, lavarles los dientes, etc. Revelo que no baño a los míos por las mañanas porque solo peleo las batallas que puedo ganar (jajajaja). Luego corremos a la escuela, saludamos a la maestra, besamos y despedimos a los niños y nos vamos a nuestras actividades. Al final de la jornada escolar, repetimos el saludo, que en la mayoría de los casos no es más que cortesía, preguntamos cómo estuvo el día y nos marchamos a casa.

Ahora bien, les pregunto ¿cuántos de ustedes se interesan realmente por la maestra? Mi respuesta es “ese es mi trabajo” y no crean que lo digo por vanidad; desde hace poco más de un año trabajo en una escuela, la escuela donde estudia mi hijo menor. Cuando acepté la asignación como Coordinadora General lo hice por razones profesionales, soy graduada en Administración de Recursos Materiales y Financieros pero llevo 14 años en el área de Recursos Humanos. Inicialmente cuando me asomaron la asignación me negué rotundamente, sin embargo finalmente acepté el reto con el objetivo claro de crecer profesionalmente y sentar bases sólidas para mi desempeño laboral posterior a mi jubilación, que aunque no está cerca leí que se debe preparar desde los 35 años de edad.

Tienen que creerme cuando les digo que este trabajo me ha cambiado la forma de ver la vida. Muy pocas veces me detuve a pensar en la maestra, para mí era un ser etéreo, importante pero muy parecido a los fantasmas. Aquí he podido palpar la realidad, la maestra es un ser que siente y padece al igual que los representantes; que no solo debe enseñar sino que tiene el deber de cuidar a nuestros hijos y en el proceso educarnos como padres y a veces como seres humanos.

Básicamente logré desmitificar a la maestra y corregir el concepto que tenía sobre las maestras de mis hijos. Ahora puedo comprender perfectamente el trabajo que hacen, las horas de planificación, la dedicación que tienen día tras día, el cariño que les tienen a los alumnos y sobre todo la paciencia que nos tienen a nosotros los representantes. Aunque parezca descabellado muchos representantes idealizan a la maestra y son incapaces de cuestionarla, otros todo lo contrario la contradicen en todo hasta llegar al irrespeto. He visto padres ofenderse porque luego de insultar a la maestra ésta tuvo la osadía de hablarles en un tono fuerte; hay otros a los que simplemente no les produce ninguna emoción y hasta les parece que la docente es un objeto más de la decoración.

Luego de permanecer un tiempo allí y convivir con ellas, he podido verlas como son realmente, como personas con defectos y virtudes, en sus roles de madres, hijas y hasta nueras. He reído con muchas y llorado con pocas, hemos compartido momentos inolvidables y otros no tanto. Nunca pensé que sería así, puesto que no soy una persona que hace amistades con facilidad, sin embargo a pesar de las dificultades y de la presión cotidiana del trabajo he logrado formar vínculos hermosos y ahora puedo apreciar la belleza y pasión de su trabajo pero sobretodo las veo más humanas. Sin duda alguna este trabajo ha tocado mi alma y estoy agradecida por ello.

Fotografías tomadas con mi teléfono ZTE Kis II Max