SECUENCIA: POEMAS NOCTÁMBULOS

fuenete

ONÍRICO

Astronauta en la matriz, cordón espirado, aliento, naturaleza y piel, ojos nublados, sonidos, a penas ecos, la mano se adapta al objeto. Los pies definen el equilibrio. El movimiento requiere de músculos. Inician los recuerdos, los sueños, los juegos de miedo, los ciclos de soledades, de espera de tardes circulares. De niño visitó a la noche. Su sonrisa siniestra de dientes afilados había mordido algo, el líquido se deslizaba entre sus labios. Sus ojos creados de obscuridad son los espejos que reflejan su cuerpo inocente, moldeado con la tosca consistencia de los cuerpos humanos; huella de un símbolo, de una torpe forma escueta. El ambiente no existe. Él sugiere un limbo oscuro. La conciencia apoderada del instinto mostró la puerta que le dio origen, una nube de polvo estelar. Su piel pantanosa, su vida bajo la luna flagelada naciente, sus gritos sordos, representan la fotografía a blanco y negro del proceso. La fruta amarilla todavía derramaba mares furiosos, quedó atrás, en un plano no contemplado. El astrónomo despertó lacónico. Su barba blanca como la cola del cometa. Sus ojos parpadearon constantes mostrando un blanco monótono. Su cuerpo, una alta escalera inmaculada, acumula el concepto Dadá. Un período primitivo, insuficiente, absurdo.

Fránmar