El Perro Fiel (Novela sin terminar) Parte 14

in #literatura5 years ago

Luego del almuerzo Tina se percató de que Francesca no estaba por ahí cerca, aun con todo lo que ella le incomodara seguía siendo su sirvienta personal, y terminaría por reconocer que las últimas semanas había hecho muy bien su trabajo, pero este día solo la había visto una vez en la mañana, un momento que por más que lo intentaba no podía evitar recordar.

Buscando disiparse de ese evento trato de buscar una mejor idea, de pronto vino a su memoria lo de hace unas horas, cuando Nico le aplico aquel magnifico masaje, de pensarlo podía sentir las manos de Nico por toda su pierna, ese toque amable pero fuerte, de inmediato sentiría como sus piernas temblaban ligeramente, y con temor a que flaquearan disiparía esa idea también. Tina se sentía en la disyuntiva, pensar en Francesca le hacía recordar algo malo, y pensar en Nico le hacía recordar algo que no sabía si era buena idea tener en la mente, finalmente su propio cuerpo le haría recordar los movimientos de la esgrima, recordaría aquellos encuentros contra Nico y las lecciones, comenzaría a moverse con pequeños pasos y giros, a lo lejos podría pensarse que Tina estaba bailando, podía imaginar el peso del sable en su mano, llegando a visualizar los movimientos de Nico, e imitar hasta sus mañas, esos movimientos que hacia al batir su mano libre acompañando al sable, que resultaban ser armónicos, le daban fluidez a sus pasos, equilibrio a su cuerpo, y con cada paso que recordaba se sentía como si de verdad danzara al mismo compás del pelinegro, y de pronto, saltaría otro recuerdo, ese primer baile.

Antes de poder sumergirse en aquel recuerdo escucharía a lo lejos los pasos de un tacón apresurándose, no le fue difícil imaginar de quien se trataba, suspiro para dejar ir aquel recuerdo, se relajó, y puso su mejor cara. Francesca le saludaría cordialmente, Tina solo haría un gesto, pero con su ojo crítico la observaría de pies a cabeza, esta trataba de peinar su cabello, lucia como si una ráfaga de viento la hubiera golpeado, y notaria que sus piernas temblaban ligeramente, como si también estuviera fatigada, era muy sospechoso.

Un claxon atraería la atención de Tina a la puerta, era el auto que la llevaría a la perfumería, sus sospechas podían esperar, tenía que estar concentrada en su trabajo, aprender todo lo necesario para algún día ser la señora de la casa, la que dirigiría los grandes negocios de la familia y protegería su legado, quien cuidaría de esa antigua casa, y la única a la que Nico le serviría en un futuro.

Ese último pensamiento la llenaría de un ligera angustia, no quería imaginarse sin su abuela, pero ella entendía que en algún momento la dejaría, también sabía que si alguien podía acompañarla y guiarla era Nico, después de todo su abuela le confiaba todo, incluso imaginaba que era capaz de confiarle a su nieta, la sola idea de que Nico se dedicara a ella por completo era una idea maravillosa, tanto que no podía evitar que una sonrisa se dibujara en su cara, sonrisa que se veía reflejada en el vidrio del auto, y que Francesca discretamente notaria. Aquella sirvienta de cabello cobrizo también estaba algo inquieta, su uniforme cubría su cuello, pero, aun así, intentaba mantenerlo más alto, su falda llegaba a los tobillos, pero trataba de estirarla un poco, cruzaba sus piernas con algo de firmeza, su mirada brillante estaba algo perdida en el paisaje, una sonrisa se pintaba en sus labios, mientras los acariciaba delicadamente con picardía.

En la casa, Nico ya lucia su uniforme, a paso veloz llevaba una taza de café negro a su señora quien le esperaba en aquella terraza con la vista más magnifica que pudiera ser apreciada, aquel despliegue de colores de las flores, quienes lucían los brillantes rayos de sol de la tarde, y perfumaban la brisa cálida, definitivamente un lugar único. Nico le entregaría su café a su ama, esta seguiría absorta en aquel paisaje, pero jamás dispersa.

_ Este podría ser el sitio y el momento perfectos para dejarme ir. - dijo dando un sorbo a su café.

_ ¿Perdóneme mi señora...? - pregunto algo confundido.

_ Estás disperso mi querido Nico, normalmente sueles entender a la perfección lo que digo. - dijo apartando la mirada del paisaje para ponerle atención a su mayordomo.

_ Es solo que estoy algo cansado. - dijo volteando la mirada al paisaje, luego sentiría como la señora Dona tomaba su mano.

_ Sí, puedo… - saco con suavidad el guante blanco de la mano Nico dejando ver que en cada uno de sus dedos tenía un anillo plateado - ...notarlo. -

_ Esto… - intento soltarse, pero sentiría como la mano de su ama lo sujetaba.

_ Te conozco muy bien Nico, necesitas un descanso desde hace días. - dijo colocando de nuevo el guante en mano de su mayordomo.

_ Solo quería asegurarme de que las cosas quedaran en orden antes de irme. - se colocó de nuevo su guante.

  • O solo no querías dejar sola a mi nieta… - tomo otro sorbo de café - Esa niña, Francesca, no podrá aguantar tu ritmo mucho tiempo, te asigne cuidar a mi nieta si algo me pasaba, espero no te estés precipitando a la idea. - dijo en un tono muy serio, inusual para la dama jovial.

En ese momento Nico posaría su rodilla en el suelo bajando la cabeza – Yo soy su sirviente, y usted es mi señora, no le sirvo a nadie más, hago solo lo que usted demande, y no pido nada a cambio, yo… - fue interrumpido por la suave caricia de la mano de Dona en su cabeza la cual se deslizaría por su mejilla para tomarlo del mentón.

_ “Soy el perro fiel de esta casa, como mi padre, y su padre antes que el…” - dijo la dama alzándole la mirada al joven pelinegro – Es el juramento que pronunciaste cuando tomaste tu puesto como mi mayordomo, y lo haz seguido bien, pero tú y yo sabemos que no me quedan muchos años más. - dijo con una sonrisa cálida de nuevo.

  • Yo… Soy su… - bajo la cara tomando la mano de su ama mientras dejaba salir unos ligeros sollozos.

_ Levántate, límpiate la cara, cumple tus deberes de hoy y no olvides despedirte de mi nieta, no quiero que este triste porque no la viste antes de irte, mañana mismo te iras y tomaras tu descanso, si es poco el tiempo que me queda quiero que mi mayordomo este a su máximo potencial. - dijo la dama muy digna de forma tranquilizadora.

Nico se levantó y siguió al pie de la letra sus órdenes como un buen mayordomo, pasaría las últimas horas de la tarde en los quehaceres, finalmente se dispondría a buscar a Tina, pero se preguntó dónde podía estar, de pronto escucharía el sonido de los cascos de un caballo, cerraría los ojos, se concentraría un poco apartando todo sonido que le distrajera, y de nuevo lo escucho, esta vez con total claridad, sabia de donde venía.

El sol empezaba a caer, la brisa era fresca, y los matices de colores de las flores se volvían un paisaje de belleza surreal, era un momento perfecto para dar un paseo a caballo, a pesar de sus responsabilidades casi diarias, Tina lograba apartar unas horas para visitar los establos y montar en su yegua Plata, su vieja amiga, un regalo de su padre, al principio tenía que estar acompañada, pero cada año se volvía mejor al montar, y su vínculo crecía, esos ratos en los que eran solo ella, la brisa batiendo su cabello y la crin da su yegua eran un tesoro. Antes de montar siempre procuraba que su amiga estuviera en buena condición, aprendería de los criadores todo lo necesario, la cepillaba antes y después de montar, adoraba como se volvía más brillante su blanco pelaje, y esa crin casi platinada. Recordaba cómo era la primera vez que monto, ese día su abuela le acompaño, durante ese verano cabalgo casi diario, y al siguiente verano, y al siguiente, hasta que desafortunadamente los años se vendría encima de su amada abuela, y le impedirían montar, atándola a aquel bastón, pero Dona estaba tranquila, ya sabía que su nieta era perfectamente capaz de montar sola, desde entonces sus cabalgatas se volvieron un poco solitarias, pero poco a poco se acostumbraría, y lo adoptaría como una costumbre.

Ya en los establos, la joven llevo a su yegua a beber agua, le dio algo de comer, y la dejo descansar en su lugar, rascaría el mentón de esta justo como le gustaba, el cual respondería con un relincho, a Tina le gustaba también mirarse en los ojos de Plata, creía que así podía generar un mayor vinculo - Si tan solo no fuera tan complicado verlo así. - susurro a su amiga, la joven valoraba su momento de privacidad con su compañera, se sentía muy bien, pero creía que sería mucho mejor si de vez en cuando pudiera compartir esa dicha con alguien más, lo que la llevo a pensar, no recordaba ni una sola vez que Nico intentara galopar, es más, nunca había visto a Nico acercarse al establo. De pronto notaria que Plata estaba intranquila, parecía actuar como si una amenaza estuviera cerca, al voltear a su alrededor lo vio, parado en la entrada del establo estaba la silueta a contra luz de alguien, una que ya conocía bien.

_ Nico ¿Eres tú? - pregunto usando su mano para bloquear parte del resplandor que la cegaba.

_ Si… -

_ ¿Qué haces ahí? -

_ Esperar… -

_ ¿Y qué esperas?

_ A ti… -

_ … Pues, aquí estoy, ven… - dijo algo confundida por su actitud.

_ Mejor termina, yo te espero aquí… -

_ No seas tonto y ven. -

  • No creo que sea una buena idea. -

_ ¿Que podría pasar? -

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