El último deseo
Pero tomó aliento desde adentro, se puso de pie apoyándose en el bastón, luego lo soltó; el ruido hizo correr al gato, una telaraña se enredó en su cara camino a la puerta; en la calle los muchachos jugaban fútbol con una pelota de cartón; el sol pintaba todo de colores brillantes.
Primero se quitó la camisa, luego los pantalones, lo último fueron los interiores; los largos y arrugados testículos se balanceaban como las de las cabras en las montañas.
Los muchachos gritaron, silbaron, se rieron "El viejo se volvió loco" gritó un niño.
Los familiares lo recogieron avergonzados, desconcertados.
El anciano se dejó conducir hasta su cuarto tranquilamente; luego se quedó calladito en su mecedora, mirando hacia afuera por una rendija de la puerta asegurada con candado; una sonrisa de triunfo se dibujaba en su rostro, el sol dejaba ganar un rato a las nubes, luego cerró los ojos, seguro de no abrirlos más.