[Blog] MODOS DE ALCANZAR EL OTRO LADO
Durante la danza macabra los muertos se alzan de sus sepulturas y, moviendo el esqueleto a todo ritmo, se apresuran a visitar a los vivos. Éstos quedan anonadados, paralizados, pálidos y fríos ante tan espantosa visión. Son sus familiares y ancestros los que vienen, pero son irreconocibles. Su carne está putrefacta y sólo se apoyan en sus huesos para moverse. No vienen con intención de charlar o tomar unas pastas: vienen para llevárselos consigo a la tumba, ya sean niños, ancianos o personas de mediana edad. Pero ¿a dónde lleva la tumba, al cielo o al infierno?
El cementerio es un portal simbólico a un espacio invisible del que tenemos constancia a través de una suerte de intuición cultural. Las tumbas se abren paso bajo tierra, pero las lápidas tratan de ser altas para apuntar al cielo. De igual manera el cupressus sempervivens crece hacia las alturas como símbolo de eternidad. Dícese que, en las puertas del inframundo, guardando la fuente del Olvido, crece un enorme árbol albino de la especie mencionada. Claro que, si nuestros cipreses son oscuros, los del Más Allá son claros, pues para algo es el mundo contrario a la vida. En el cielo, sin embargo, sólo hay moradas celestiales, antiguamente habitadas por los dioses superiores, pero ahora, expropiadas por la Iglesia, se han convertido en lugar de retiro contemplativo de santos y ángeles.
Bajo tierra es muy fácil acceder: mediante la inhumación; pero ¿cómo ascender hacia el cielo, lugar de los astros eternos, si lo tenemos como meta? Los egipcios diseñaron las pirámides justamente para eso, para que el espíritu del difunto pudiese ascender hasta el sol. Si queda alguna duda de ello, basta con tener en cuenta que junto a las pirámides se enterraban dos navíos que tenían como finalidad ayudar al sol en su transcurso, uno a través de las horas del día y el otro para las horas de la noche. Algo similar se puede conseguir mediante la cremación/incineración, con ella las partes ligeras ascienden al cielo, mientras que las terrenas quedan en la tierra.
Algunos pueblos de raigambre celta, así como pueblos asiáticos como los persas y los mongoles, exponían los cadáveres para que los buitres eleven el cuerpo al cielo. Entre los mazdeístas, esto se hace para no contaminar ninguno de los cuatro elementos, pero las legislaciones modernas como la India y la Iraní no son muy favorables a las prácticas llevadas a cabo en las torres del silencio, motivo por el cual los mazdeístas han tenido que elaborar un sistema de sarcófagos completamente herméticos para aislar la corrupción del difunto dentro de la tumba.
¿Y si nos interesa llegar al Otro Lado, en fin, sin necesidad de morir? Bueno, muchos pensarán que esto se puede hacer fácilmente a base de enteógenos, y seguro que estas mismas personas tendrán en mente los más potentes, tales como la matamoscas, el peyote y la ayahuasca, pero muchos especialistas religiosos son capaces de trascender esas barreras mediante el trance sin necesidad de tomar nada, volando hasta las regiones etéreas del Cielo o a los rincones más recónditos del planeta e incluso del subsuelo.
Según la literatura, podemos llegar al Otro Lado traspasando una cueva-puente, llegando algunas incluso al centro de la tierra, una especia de Hades en el que habitan seres supuestamente extintos. También se puede accediendo a una tumba para emular una muerte y su posterior resurrección (o anastasis, como la llaman los griegos). Mediante la navegación hacia el oeste llegó Odiseo a las tierras dominadas por el estruendo de la Gorgona y las figuras exangües de los muertos. Si se cree en el Saṃsāra la cosa se complica exponencialmente, pues sólo se puede conseguir logrando la bodhi y convirtiéndose en un arhat, lo cual puede requerir varias reencarnaciones.
En resumidas cuentas, sólo podemos llegar mediante la muerte pues la mayoría, ni estamos entrenados como los chamanes ni tenemos las ganas suficientes para hacernos espeleólogos experimentales. También se puede intentar la tan imaginativa manera platónica: el viaje del alma a través del éter hasta llegar a la Unidad; o al modo de los locos: teniendo un grave accidente que no nos mate del todo para poder inspeccionar nosotros mismos qué hay en esa luz más allá del túnel. Cualquier propuesta resulta insatisfactoria.
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