Esta semana en la ciudad en la que vivo, Valencia, España, han vuelto a poner en el cine El lado oscuro del corazón. Una película argentino-canadiense de Eliseo Subiela del año 1992. He de confesar que no la había visto, aunque en diversas ocasiones había oído comentarios sobre ella. Ayer fui a verla y me quedé muy impactado.

En primer lugar por la puesta en escena y el arriesgado planteamiento surrealista de la película. Soy amante de todo lo surrealista y, como no podía ser de otra manera, ese aspecto de la película me ha atrapado enseguida. Además, ese toque de principios de los noventa me ha hecho volar en el tiempo.

La película trata sobre el amor. El amor con sus dulzores y sus amarguras, con sus espinas y sus suaves bulbos, con sus ansias y sus esperanzas. Plantea de cara las dificultades que el amor pone en el camino, y las contradicciones y retos que surgen en el enamorado o enamorada. La transformación de las personas que se sumergen en ese apasionante tránsito. Y también, y cómo no, el amor por el arte y por los principios de cada uno, que están por encima del dinero, de la propia seguridad e incluso de la muerte.

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La poesía como hilo conductor.

El protagonista es un poeta, y he aquí el punto que quiero destacar en este artículo. Amo la literatura y además soy escritor. Disfruto escribiendo y jugando con las palabras, las ideas y la magia de lo inventado, pero por circunstancias de la vida nunca me ha gustado la poesía. Aunque he de reconocer que en mis tiempos de instituto la poesía de Bécquer consiguió atraparme. Pero desde entonces, la poesía me ha parecido casi siempre pedante y demasiado rimbombante. No consigo leer más de unas pocas páginas porque me satura en seguida.

Volviendo a al tema principal de esta reseña, la película avanza impulsada por la poesía de Oliverio Girondo y Mario Benedetti, el cual sale en algunas escenas recitando poesía en Alemán. Pues bien, no sé si por el hecho de que los poemas estaban recitados desde la actuación o por la música que sonaba de fondo, o quizás también por la densa ambientación de la película. Pero de alguna manera, no sólo he comprendido las intenciones de la poesía sino que la he disfrutado hasta un punto que me he sorprendido a mí mismo. De hecho, ahora mismo siento el deseo de buscar poemas de Benedetti para leerlos y zambullirme en ellos.

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Para mí esto que me ha ocurrido ha sido algo muy importante, ya que se me ha abierto una puerta que creía que permanecería cerrada para siempre. La vida insiste en sorprenderle a uno para enseñarle que la palabra “siempre” habría que empezar a dejarla de lado. Y no contento con esto, incluso se me ha pasado por la mente probar a escribir algunos poemas a ver qué pasa y cómo me siento. Así que a lo mejor os sorprendo en futuras publicaciones con algún poema, quién sabe.

Era muy importante compartir esto con vosotros, queridos stimians. Un descubrimiento así no puedo quedármelo para mí solo. Y bueno, a parte de mis propios logros, la película me ha dejado con la boca abierta. Si no la habéis visto os la recomiendo, de verdad. Iba sin expectativas al cine y he disfrutado cada segundo. Una película con mucho fondo y con ideas muy interesantes sobre las que debatir, pero sobre todo, una película para sentir.