Una de las experiencias mas interesantes que he tenido fue cuando empecé mi curso de Panadería, hace algunos años. En una etapa en la que había abandonado la universidad y buscaba un oficio que aprender, fue justo lo que necesitaba para motivarme. Primero, por el hecho de que apreciaba el curso, era algo que yo me estaba costeando (Trabajaba en la calle como vendedor ambulante) y segundo, porque me sentía apasionado con algo por primera vez en mi vida.

El profesor que tuve era un tipo muy relajado y bastante peculiar. También tenia una onda un poco hipster (con mostacho incluido). Era bastante bromista, pero muy serio en su trabajo.
Nos enseñaba a tener paciencia y hacer las cosas con cariño, también a experimentar con los ingredientes para lograr esa textura y esos sabores deseados en la mezcla.

Cuando casi terminaba cada clase, nos tocaba cosechar los frutos de todo nuestro esfuerzo. Retirábamos los panes del horno , una vez enfriados, pasaban por control de calidad.
Era mi parte favorita de todo el curso, porque intercambiábamos opiniones y consejos entre nosotros para luego hacer las anotaciones. Y también porque comíamos bastante.

Volvía a mi casa con el montón de recipientes, por supuesto, con los panes que me quedaban. Compartía con toda mi familia (Y hasta con mis vecinos) lo que había hecho. Todos quedaban maravillados, y me aupaban a que montara mi negocio de panadería. Pero para mi no era rentable, por esta situación en la que estamos. Igual, me sentía halagado.

Al final del curso, debía de hacer las recetas que me faltaban para que me dieran mi certificado, porque me había atrasado. Ese día hice los mejores golfeados que he probado en mi vida, que me lleno de halagos de parte de todos los que estaban presentes.
Me llene de sentimiento al ver sus rostros iluminados al primer bocado.

No son golfeados, pero me quedaron chéveres también

Me despedí de todos en el instituto con un sentimiento entre melancolía y euforia, pensando en lo mucho que me ayudaron indirectamente a crecer como persona y a lidiar con la depresión que en ese momento me atormentaba.

Mas que todo me enseñó el valor de lo que uno hace con sus propias manos y el amor de compartir con los demás el fruto de tu trabajo.

Aun sueño con abrir mi propia panadería algún día.
Algunos dicen que soñando se empieza..