Apartamento 69 "Novela"

in #life7 years ago (edited)

El juez, retumbando el mazo en la mesa, dicta la sentencia:
—El día de hoy, diecinueve de octubre del año dos mil doce, por lo aprobado en juicio, en nombre de la República y por autoridad de la ley, este tribunal condena a la ciudadana, María Alejandra Gómez a ser internada en el centro de rehabilitación “Manuelita Sáenz” hasta que sea conveniente. Se priva de la patria potestad a la ya nombrada con relación a su hijo Gabriel Alejandro Ruiz Gómez, y se le otorga al ciudadano Luciano Alejandro Ruiz…

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fuente de la imagen: http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=29503

Tres meses después…
—Hijo, levántate, ya es hora de irnos —le dijo el padre quitándole la sabana que le cubría. Gabriel se levanto un poco molesto pero sin demostrarlo, mientras se estiraba. El padre, sonriendo, le dijo mientras salía de la habitación del joven—. Por fin saldremos de esta ciudad.
Gabriel, al escucharlo, se sentó en su cama y tomo la foto de su madre, que estaba siempre a un lado. El padre sabía que él la extrañaba mucho aunque no lo demostrara, estaba consciente que Gabriel no quería irse de la casa donde su madre lo crió desde niño.
Horas más tardes, Luciano, el padre del joven, estaba montado en su camioneta, esperando que Gabriel saliera para arrancar. Cuando el joven salió de la casa y cerró la puerta, una pequeña lágrima se deslizó por su mejilla, cayendo justo en su zapato derecho; Gabriel antes de voltear, se secó la lágrima y sonriendo se dirigió a la camioneta. Cuando se montó en el asiento del copiloto, una joven de su misma edad llegó junto a él y le dijo, muy triste:
—Espero que no te olvides de mí. —Al terminar, le dio un beso en la mejilla y le dejó en el regazo una pequeña cajita de regalo. Gabriel no pudo decirle nada ya que todo fue muy rápido; cuando volteó la mirada, su padre se comenzó a reír y le dijo:
—Creo que dejarás muchos corazones rotos.
Gabriel lo miro y le contestó:
—Ella sólo es una de mis amigas del liceo; sólo eso.
El nombre de la joven era María de los Ángeles. Estudiaba con Gabriel en el liceo desde primer año; ellos estaba enamorados, pero Gabriel nunca fue capaz de decírselo por miedo al rechazo.
Él y su padre vivían en Barquisimeto. De allí se mudaron a un apartamento en Guanare, Portuguesa, donde la ciudad es más tranquila y no hay tanto tráfico como en el resto del país. Es un lugar pequeño pero con todos los beneficios de una gran ciudad. No eran muchas horas de camino, por eso hicieron varias paradas mientras iban en la carretera. Entraron en un centro comercial donde aprovecharon para almorzar y comprar algunas cosas que les hacían falta. Como Luciano era ingeniero eléctrico no le fue muy difícil encontrar trabajo en Guanare, así que no tenían problemas en eso; lo único que les preocupaba era la universidad, ya que en julio las inscripciones ya habían comenzado, y Gabriel debía tener suerte para poder censarse, pero sabían que no se iba a quedar sin estudiar en una buena institución.

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fuente de la imagen: http://www.viajeros.com/articulos/1112-consejos-para-viajar-en-automovil

Cuando llegaron al estado Portuguesa, sintieron la frescura del llano y vieron los cerros que encierran toda la zona. Para cualquier visitante era el mejor lugar para encontrar oportunidades. Como es un estado llanero, toda la carretera estaba cubierta por árboles de distintas clases desde samanes hasta los araguaneyes, el Árbol Nacional de Venezuela. Al ver las llanuras llenas de ganado, aves y hombres a caballo, se podía pensar que era un estado atrasado, pero no era así; una vez que llegaron a la ciudad de Guanare y bajaron por la carretera se dieron cuenta de lo contrario: plazas, edificios y grandes centros comerciales llenaban la ciudad y sorprendían a los visitantes. La terminal de autobuses era una de las estructuras principales que se podía apreciar en la entrada, limpia y con jardines bien adornados. Por la avenida, las islas tenían árboles y arbustos cortados y podados; era la ciudad que muchos preferían.
—Oye, papá, ¿sabes dónde queda el lugar donde viviremos? —le pregunta Gabriel mientras miraba las calles por la ventanilla de la camioneta.
—Claro; casi llegando al cementerio —le contesta Luciano—. Si te digo la verdad, a mí me dio un poco de miedo cuando me lo dijeron, por lo de los muertos, pero cuando vi los apartamentos sentí más tranquilidad, porque el nuestro está arriba, y es uno de los últimos
—Qué bien, porque tendremos una vista fantástica —dijo Gabriel sarcásticamente.
Cuando llegaron al tercer semáforo se entretuvieron ya que estaba en luz roja, viendo a los malabarista que usaban cuchillos encendidos con fuego se entretuvieron mientras llegaba su turno para avanzar, luego del quienes luego del espectáculo iban pasando los malabaristas al lado de las ventanillas de los coches para recibir las limosnas. Al pasar por la camioneta de Luciano, Gabriel les dio cinco bolívares. El malabarista, luego de recibirlos, le dijo:
—Que Dios te bendiga a ti y a tu familia.
Gabriel se quedó mudo ya que habían pasado años desde la última vez que alguien le decía eso. El semáforo se puso en verde y continuaron el camino. Luciano viendo que ya eran las tres de la tarde en su reloj, se detuvo en un supermercado; sabía que tendría que comprar algo para la cena. Gabriel se quiso quedar en el auto leyendo algunas revistas que estaban en el tablero del auto.
Mientras tanto, el padre elegía qué comprar dentro del centro comercial, y no pasó mucho antes que una mujer muy linda se le acercara y le preguntara:
—Perdóneme, pero, ¿usted sabe dónde quedan los apartamentos nuevos?
Luciano sonrió y le contesto:
—Claro, yo voy a vivir en uno de ellos.
—Ay, qué bueno, sabía que usted me iba decir; lo sentía —le dijo la mujer—. ¿Usted va para allá ahora?
—Claro, si quiere la llevo; es que no sé cómo decirle dónde queda —le dijo Luciano—. Es que mi hijo y yo nos estamos mudando de ciudad y… pues, soy nuevo.
—Qué coincidencia, yo también soy nueva aquí; vengo de Mérida —le dijo la mujer extendiéndole la mano para estrecharla—. Qué mal educada soy, mi nombre es Mariangel Alejandra Graterol.
—Oh, casi nos llamamos iguales; el mío es Luciano Alejandro Ruiz —le dijo estrechándole la mano con una sonrisa—. Es un gusto conocerte.
—Igualmente —le terminó diciendo Mariangel—. Me encantaría que me llevaras.
—Okey —le dijo Luciano.
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fuente de la imagen: http://www.20minutos.es/noticia/2848888/0/supermercado/informe/ocu/

Continuara.....!

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