Vivitos y culeando

in #lgbt6 years ago (edited)

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Escrito la mañana siguiente a la masacre de orlando

Quizás no debería siquiera intentar escribir sobre el tema en estos momentos. Tan temprano, en lunes, en el aeropuerto de una Cd. de México que parece estar dando vida a la distopía (o utopía, según le gusten a uno los batos pelones y violentos, o no) de Mad Max.

Hace mucho que no me sentía tan violentado o que no me percataba de esa clase de violencia homofóbica que nunca cesa en ciertos segmentos sociales. Sucede, afortunadamente, que mis amigos y conocidos se auto-seleccionan porque soy abiertamente gay y no poco, sino muy militante.

A mi nadie se me pone pendejo al respecto porque no admito ni el más mínimo resquicio de ofensa o ignorancia sobre el tema y me apresto a educar a las almas descarriadas que se me atraviesen siempre que pos... se me atraviesen. Si no, pos no.

Y hay magia en vivir así, con la sexualidad tatuada en la piel, en la voz, el ademán y/o la filosofía de vida. Muy literalmente se trata de un acto de hechicería. Se traduce en un jujitsu de los símbolos sociales básicos, como el género. Pocas interacciones sociales son más poderosas que aquellas en las que la sexualidad interviene de manera abierta, aún a nivel meramente simbólico.

Los que la vivimos abiertamente tenemos la oportunidad (no siempre la aprovechamos, pero en ocasiones sí, aunque tampoco es la norma que esto suceda de manera consciente) de demostrar con nuestras vidas, nuestras decisiones diarias y nuestro orgullo, que el “sentido común” suele equivocarse. Que el prejuicio es la marca distintiva del imbécil. Que confrontar el pensar de la mayoría por sistema es no sólo factible, sino una de las mejores decisiones que uno puede tomar para vivir mejor la vida y aportar algo a la sociedad. Aunque le pese.

Las iglesias tienen sus propios sortilegios y manipulaciones simbólicas. Sus propias formas de incidir y promover patrones de pensamiento y lo cierto es que no se equivocan cuando señalan a los homosexuales (y a las mujeres o a cualquiera que decide pensar en libertad, por cierto) como un peligro para su cosmovisión.

No somos un peligro, sino la puta bomba atómica de sus pretensiones. La prueba encarnada de que el amor no conoce cadenas (o bien, las transforma en instrumentos de placer en las manos y consensos apropiados) y de que la libertad individual que no incide negativamente en la de otros, no tiene nada de inmoral.

Inmorales los que pretenden limitar cualquier instancia de libertad sin aportar razón o evidencia de la utilidad de su propuesta. Esos deberían estar todos en la picota.

En ese sentido los homosexuales en la cultura occidental moderna somos, así nomás p0r existir, la criptonita pura del pastor que “cuida” (y ordeña) al ganado que se congrega a balar los domingos (o los sábados, dependiendo de la traducción del “mismo” libro que dicen que leen). Somos chango libre y honesto. Somos legión y transformamos al mundo a puro placer.

Somos una chingonada nomás por vivir la vida a gusto y repartimos el madrazo a pura fuerza de ser lo que somos, les guste o no, vivitos y culeando.

¿Qué sortilegios nos fallaron o cuáles hacen falta para prevenir e incluso obtener venganza ante los gay bares baleados en Xalapa, las redadas de la psicótica ladrona de Margarita Arellanes cuya administración regaba a los trannies encuerados y recién torturados sobre Morones Prieto en Monterrey, apenas en el 2013? (el 14 de febrero, Bar Parking never forget.

¿Qué hacemos en venganza a tanto odio, Orlando incluído?

¿Nos ponemos como los chamanes que siempre fuimos y organizamos una violación ritual en el altar de una mezquita?

Como que eso no es lo de nosotros los chamanes gay porque vamos, el Profeta Mahoma nos ganó el tiro cuando se casó con una Aisha de 7 u 8 años y luego la violó a los 10 u 11 (consumó el matrimonio, dicen otras fuentes). Y más o menos bajo esa justificación, ya en este siglo, resulta que la esclavitud sexual de infantes es el deporte olímpico en el que más se destaca el novedoso DAESH o estado islámico. Esos son los que se dicen “morales”.
Así que no, ese no puede ser nuestro ritual vengador.

¿Armamos una orgía efébica con temática y frenesí paganos en el altar de las almas, bajo la hostia católica, al pié del sangrante cristo de alguna Sagrada Catedral?

Me parece que este acto de antigua hechicería dionisíaca tampoco es, así que digas tú, la cosa más novedosa. Es más, para la Iglesia de Roma, es business as usual. Otra magnífica organización que lleva un par de milenios intentando definir “la moral” a partir del desarrollo de algunos de los más sofisticados manuales de tortura que jamás ha creado el ser humano.
No. Para nuestro contraataque, no podemos pecar de falta de originalidad.

En materia de magia erótica y manipulación simbólica, lo mejor sería contar una batiseñal que, al aparecer en el cielo, disparara El Operativo Guerrillero.

Los Mil Adolescentes que ahora mismo montan presidentes, jeques, sultanes, imames, senadores, pastores y arzobispos arquearían la espalda al unísono y les dejarían tierna aguja dentada de blanco marfil clavando lengua sobre tráquea.

Dibujarían en las paredes ensangrentadas el nombre cabalístico de Lilith y marcarían sus bocas con semen y orines. Un cántico global, un poderoso hechizo de destrucción.

Violencia de altura, pues, en siete planos y con la verga en la mano.

No como su pinche mamadita cobarde de comprar un AR15 y ponerse a echar bala en una cantina.

May gad, hasta para eso son nacos los homofóbicos. Otra dimensión de la tragedia moralista: siempre han padecido esa horrorosa falta de imaginación. El mal puro es sistemático y aburrido.

Para cerrar, sepan que en lo siguiente yo no tengo ni la más mínima duda:

  • Los éticos somos los que intentamos vivir auténticamente.
  • Los que no tememos a los borregos.
  • Los decentes nos asumimos humanos sin miedo, con todo y genitales.
  • Los que valemos la pena somos nosotros, que no agachamos la cabeza ante admoniciones de “la tradición”, ni la babilónica puta que la parió.
  • Los civilizados, los ilustrados, somos nosotros.

Y sí, también somos los civilizadores y efectivamente somos un movimiento político. También es verdad que tenemos una agenda y es absolutamente cierto que deseamos imponerla sobre las pendejadas de los demás. Lo vamos a hacer ni más ni menos que porque tenemos razón. Y nuestros oponentes no.

Repeat after me:

“Todos los seres humanos deben, en principio, tener los mismos derechos y, en lo posible, las mismas oportunidades de ser felices.”

Y a eso le pueden llamar “agenda homosexualista vampirisatanicomunista” todas las veces que quieran. Pendejos.

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Ningun ser humano debe ser discriminado todos tenemos los mismos derchos..me gusto mucho

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