Es costumbre del ser humano quejarse por todo y ante todo. La queja, es una inconformidad innata de cada individuo por lo tanto, sería absurdo afirmar ”yo no me quejo por nada” o, ”estoy conforme con todo”.

Con esas frases solo nos estamos engañando, así que... sugiero obviarla, no existen tales afirmaciones, al menos no para mí.

¡Pero calma! Tampoco hago reclamos, no soy quien para eso. Simplemente, es un pensamiento en voz alta y si a alguien le hago un reclamo, lo hago a mí misma por haber tardado tanto en saborear la vida con placer.

Las quejas no son malas, ni buenas, son quejas, un concepto definiendo un estado de ánimo. No refiere solo lo negativo, también se inclina hacia lo positivo. Puedo quejarme por comer un suculento y delicioso postre que me costó, ”¡un ojo de la cara!

También puedo hacerlo por haberme comprado unos zapatos con la quincena del mes producto de mi trabajo. Entonces, ¿cómo definimos la queja?

Las acciones de la vida no merecen calificativo, la vida es un estado de ánimo nutrida de emociones. En este sentido, la invitación es a degustarla aceptando cada ingrediente que añades a tu propia cocción.

Entendamos de una vez… lo dulce o salado; lo ácidos o lo amargo surge de la receta creada por cada uno de nosotros.

No culpes a nadie por los resultados de tus acciones. Si algo salió mal mejora esa receta, ¡total!, siempre habrá nuevas oportunidades que ayuden a cambiar tu actitud frente a la vida.