Él.

Lo miraba y se veía en el un tipo de tristeza que nadie podía entender. Su mirada triste, su sonrisa perdida y con esas ganas enorme de desaparecer.
Yo no entendía como alguien tan vacío podía hacerme sentir cosas tan hermosas y llenas de vida.
Él siempre intentaba sacarme una sonrisa pero cuando solo intentaba la idea no le gustaba. Él no tenía libertad, era como si su cuerpo, sus pensamientos y todo su ser eran una prisión de donde no podía salir, así como algún tipo de maldición.
Él no se gustaba, solo creía que el mundo estaba enojado con su existencia. Mientras yo, con un alma tan viva y a plenitud, queriendo salvarlo de ese infierno y lo único que yo sabía con certeza era que nadie más que él podía sacarse de su infierno.