Iaberius se presenta

Pues allá voy con mi primera entrada, que debe ser mi presentación, como estipula el protocolo.

Soy Javier G. Alcaraván, aunque firmo también con el pseudónimo de Iaberius (latinización de mi nombre). Soy un manchego que ha estudiado humanidades y se me puede definir, básicamente, como un apasionado de las historias. De cualquier tipo; estén donde estén, yo las busco y las degusto lentamente. Y da igual donde se escondan: una novela apasionante, una buena película, un cómic, un videojuego... Incluso los mismos libros de historia. Si me gustan lo suficiente, escribo sobre ellas para compartirlas con los demás. O, a veces, me invento las mías propias.

Y así llego a esta comunidad de Steemit, con la intención de escribir sobre mitos y leyendas, sobre literatura o sobre aquellas anécdotas o personajes históricos que superan muchas veces la ficción. Un saludo a todos.

Pero, como una presentación así, a palo seco, queda muy sosa, aprovecharé para dejaros una pequeña leyenda recogida en Daimiel, mi pueblo, conocido como el pueblo de las brujas.

Un viejo vecino, un tal Juan Colado, contaba que, allá por el año 28 del pasado siglo, un joven empedrador de trillas que vivía en un barrio de este pueblo conocido como «la Hoya», regresaba por la noche a su casa después de dar un paseo, o quizá de rondar a alguna moza. Cuando pasaba por el Parterre, una plaza ajardinada que hay junto a la iglesia de Santa María, vio a una muchacha sentada en un banco. Le extrañó aquello; por aquel tiempo era raro que mujeres jóvenes anduviesen solas por la calle a esas horas, y más una señorita tan elegante. Como el chico era un guasón, se acercó a ella y, en plan broma, le preguntó si le podía indicar el camino del cementerio. La mujer no le hizo caso en un principio, pero como siguió insistiendo y decía que era forastero, al final ella no solo le indicó el camino, sino que accedió a acompañarlo. Él la siguió, tan contento, ideando seguramente algún susto con el que rematar su broma.

Del Parterre se dirigieron a la plaza de España, y desde allí enfilaron todo recto hacia la calle de la Amargura, que era la que llevaba a la antigua carretera de Almagro. Allí, fuera del pueblo habían erigido el cementerio civil unas décadas antes. Durante todo ese tiempo, el muchacho intentó entablar conversación, pero ella, que caminaba un paso por delante, le contestaba afirmativa o negativamente a sus preguntas con un simple gesto de la cabeza.

Finalmente, cuando estaban a la altura de un antiguo caserón conocido como Casa de las Huérfanas, casi en la esquina con la calle de la Amargura, el joven decidió dejar la broma y contarle a la chica que todo era solo una guasa y que él era también vecino de Daimiel. Se adelantó y le tocó en el hombro. Y entonces quedó horrorizado: cuando se volvió hacia él, ya no se encontró con el lindo rostro de la muchacha, sino con una oscura criatura de rasgos monstruosos que lo miraba con ojos crueles y una odiosa sonrisa en la cara.

El muchacho gritó y huyó, despavorido. Intentaba alcanzar el cuartel de la Guardia Civil, que por aquel entonces estaba situado en la calle de la Amargura. Pero sabía que no lograría llegar, notaba cómo aquel ser aborrecible se abalanzaba sobre él. Desesperado, se tiró al suelo de bruces al tiempo que exclamaba: «¡Virgen del Carmen, ampárame!». Pero nadie se le echó encima, aquella criatura diabólica se esfumó y el muchacho solo alcanzó a oír: «Tu devoción te ha salvado».

El guardiacivil que estaba de guardia había presenciado la escena, a lo lejos, sin saber muy bien lo pasaba. Fue él quien salió a socorrerlo, con el fusil en la mano. Se encontró al muchacho tumbado en el suelo, temblando, sin poder articular palabra, y muy lívido; se había quedado blanco de la impresión. Cuando llegaron otros compañeros y algunos vecinos, lo llevaron a su casa, que estaba allí cerca, y llamaron al médico. Y en su casa murió a los ocho días. Por todo el pueblo corrió el rumor de que se le había aguado la sangre.

Plano antiguo de Daimiel con el itinerario.

Nota: Aunque la Virgen de las Cruces estaba ya estaba totalmente asentada como patrona del municipio, había verdadera devoción por la Virgen del Carmen. Fue precisamente la creciente devoción hacia esta advocación, dentro del pueblo, y a la de la Virgen de las Cruces, en su término, la que mermó la de la antigua patrona de la localidad, la Virgen de la Paz.

Y eso es todo, amigos y amigas. Nos leemos.