Soy una capricorniana de 34 años que desde pequeña por cariño me llaman Carola, venezolana y madre en construcción de un varón de 7 años. Ingeniero de profesión, pero Arquitecta de corazón. No poseo ningún tipo de filtro para chistes de humor negro, cualidad verdaderamente rara en un venezolano, algunos dicen que con un porcentaje de altruista y resiliente, pero tiendo a ponerlo en duda, pienso es solo una pizca de locura.

Me encanta una buena compañía, tanto como un momento de soledad. Cuento con la capacidad de pasar en un segundo de tener los pies en tierra a transportarme dentro de una burbuja mágica.

Creo firmemente en Dios, aunque dudo de sus falsos profetas, sé existe el bien y el mal, creo en el karma, en la frase: El que obra bien, le va bien. En los momentos de decisiones difíciles en la vida, espero apelar a lo que ocasione menos daño a otros.

Mi niñez y adolescencia estuvieron llenas de momentos donde debía actuar según lo que creía esperaban de mí y no lo que yo quería, por supuesto con ciertas excepciones de rebeldía.

La practicidad en las decisiones económicas fueron las que me llevaron a ser Ingeniero y no Arquitecto, no podía pensar en cargar el costo económico que implicaba al bolsillo de mis padres un hijo en universidad privada y otra, aunque en una pública, estudiara una carrera tan costosa como la arquitectura.

Con el tiempo, estudiando una carrera que no esperaba, descubrí un camino para mí, me encontré diseñando obras hidráulicas y siendo esa hormiga obrera que realizaba el trabajo detrás de cámara. A nuevos estudiantes siempre les recomendare la participación en asociaciones u organismos estudiantiles, no para que sean líderes políticos estudiantiles, sino es lo tuyo, no es lo tuyo, pero te aseguro tendrás muchas experiencias de vida, compañerismo y por supuesto, también de decepciones. A futuro esto les servirá cuando salgan al mundo laboral, donde no todo son libros y calificaciones de 20.

Luego ¡ME GRADUÉ! orgullosa de lo logrado, agradecida y bendecida. De los cien que iniciamos en el año 2001, fui la única graduada ese día. De los cuatro graduandos de la misma carrera, era la única mujer. Grite de alegría y emoción, no lo podía creer, pero luego de los 60 segundos entre que escuchas tu nombre, te ponen la medalla, te dan el título y posas para la foto, me paso lo que presumo le pasa a todos, llega el momento de la pregunta ¿Esto es todo? … y sí eso fue todo, cinco años de mi vida habían llegado a su fin.

Llegó el momento de las mudanzas, me fui a la capital llena de sueños y esperanzas, por cinco años me dije, van doce y contando. Ejercí mi profesión en el centro mismo de lo que significa mi carrera, viví experiencias, crecí como persona y como profesional, me casé, tuve mi primera casa, primer carro, mi hijo, me divorcié, asumí responsabilidades profesionales y luego por alguna razón, creo en respuesta a la necesidad de seguridad del ser humano, me adapte, allí me di cuenta era el momento de encontrar otro camino.

Hoy trabajo en una rama paralela, que me abrió un mundo de posibilidades, de sueños y oportunidades, y no hablo solo de lo profesional. La vida me llevo a un cruce de vías, una que vi hace años de lejos, que admire y observe pero nunca ni en sueños la pensé para mí, pero que hoy me da la paz y felicidad que siempre desee.