¿Quién es (o era) Anselmo Karimov en el antecopretérito? Una narrativa introductoria

in #introducemyself6 years ago (edited)

Más allá de la palabra no queda absolutamente nada. Abstraído y apartado camina el hombre, quizás yo, quizás tú; quizás una mujer, o un niño; camina cabizbajo y pensativo mientras las ideas se forman a su alrededor, acumulándose como el polvo sobre el retrato del matrimonio de los padres míos, tuyos o de ella.
La palabra escrita suele ser una demostración de amor como ninguna otra, la madre de las ideas. Es el seno sonrosado y pleno que amamanta el pensamiento universal. El hombre camina a través de las nubes, de los desiertos de marte y Los Campos Elíseos de testigos ante el paso rimbombante y tedioso del pensamiento rebuscado. Aquel hombre está harto, furioso y agitado. Te odia a ti, a mí, a sí mismo, al universo, a Dios y al Diablo, al mar y la tierra.

La verdad le avergüenza sumamente. Aquel hombre es incapaz de sentir algo más allá del amor. Profiere insultos y gritos desgarradores mientras su prédica emancipa cualquier razón que pueda tener. No sé qué tan cierto sea que en la locura esté la salvación, pero me lleno de inocente certeza digna de la más sincera de las verdades infantiles de que no existe un grito sin verdad.

Me lleno de suficiencia egocentrista al pensar en las verdades que me gritan las entrañas de la tierra, las entrañas del hombre. ¨Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza¨ con tierra llena de mierda de los que fueron hijos de Dios antes que nosotros. kafka.jpg

El hombre ahora camina por las calles de la Habana Vieja, mientras se traga el aire impregnado de Cohíba y las jineteras le ofrecen sus sexos por dos dólares la noche. Un suspiro y está llegando al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar mirando con aires nostálgicos a través de la ventana y tres mil kilómetros de distancia la que minutos atrás era su patria, su mujer, su madre.

El hombre ahora no sabe qué pensar sobre nada, escucha el saxofón de Sonny Rollins de la misma forma y facilidad con la que escucha la música de papel de Josef Anton Riedl. Está yendo a la universidad, está escuchando, lo están escuchando. El hombre conoció a Venus y le pidió matrimonio.

Ahora le gusta leer a Dostoievski, a Cortázar y a Hesse. Disfruta los cigarrillos con café y del sexo con mujeres a las que recitarle la poesía de Darío, de Poe, de Baudelaire. Pero aquel hombre no existe, ni estoy seguro si existió. ¨Lo mataron ustedes con su hipocresía¨ escribiría Nietzsche alguna vez en El Anticristo. La realidad desencanta, sin embargo. El hombre escribe mientras piensa en la lluvia que cae y es incapaz de hablar sobre algo en absoluto, a pesar de terminar diciéndolo todo sobre todos.

¨Solo sé que no sé nada¨ dijo una vez Sócrates –según Platón, vaya y pregúntele usted si no está seguro- pero aquel hombre sabía tanto que terminó por buscar cochinos con alas. El hombre ahora llora la pérdida de la razón en una grisácea procesión acompañada de los Salmos del hombre de letras. El hombre sonríe y sus amarillos dientes manchados por años de hábitos insanos le gritan a los cercanos ¨ ¿por qué no dejan de una buena vez la hipocresía y abrazan la locura de este lado?¨

Aquél hombre sabe bien que está loco de remate, y no le importa. Aquel hombre es capaz de gritar la verdad, de ver cerdos que vuelan, de viajar en el tiempo y el espacio. Aquel hombre, es un hombre feliz.

Sin embargo, aquel hombre no existe.

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Solo un dios nórdico podría escribir tan bien. Bienvenido a la comunidad.

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