La especie fue descubierta por primera vez por el naturalista suizo Conrad von Gesner, en 1554. Son de origen peruano-boliviano. Estos animales alcanzan un peso de hasta 1 kg. y viven entre cinco y ocho años. En el siglo XVII eran utilizados para experimentos. Pero con el tiempo, las ratas han pasado a ocupar su lugar, y, afortunadamente, ya estos animalitos no son los preferidos por los investigadores para sus experimentos. De allí la frase popular "Me agarraron de conejillo de india".

Estos animales son tímidos y asustadizos, porque en libertad son presas fáciles de muchos depredadores, a pesar de que son bastante rápidos y ágiles.

Por instinto, su nivel de desconfianza ante lo desconocido es alto. Por eso cuando llegan nuevos a nuestros hogares son esquivos y buscan esconderse cuando los queremos agarrar.

"Mantequilla" llegó a mi casa en una cajita de zapato. Mi esposo trabajaba en un gimnasio y su jefa se lo regaló, porque ella tenía un perro y cada vez que "Mantequilla" pedía comida, diciendo su agudo "cui, cui, cui"; el perro se volvía loco y no paraba de ladrar. La jefa de mi esposo pasó cerca de tres días sin poder dormir; hasta que decidió desprenderse de la que ella pensó sería su nueva mascota. Cuando llegó al trabajo le preguntó a mi esposo si deseaba quedarse con ella, y él no dudó en agarrarlo.

Mi esposo regresó a casa como a las ocho de la noche, y yo me emocioné pensando que me traía un par de zapatos nuevos. Lo recibí con mucha amabilidad y le agradecí el detalle. Cuando abrí la caja, vi una especie de ratón pequeñito y sin cola; tiré la caja al piso y corrí como loca temiendo que ese bicho me persiguiera. Él se reía a carcajadas y yo estaba furiosa. No salí del cuarto hasta bien avanzada la noche. Me explicó todo lo relacionado con el animal; y me convenció de que no era una "rata". Al día siguiente el "cui,cui,cui" fue mi despertador. Él le puso un monte que recogió cerca de la casa y el animalito se calló.

Luego "Mantequilla" y yo nos quedamos solos. Yo lo contemplaba por largos ratos. Realmente me parecía un animal hermoso, pero no me atrevía a tocarlo. Hasta que llegó el momento de limpiar la jaula y con mi corazón casi arrítmico lo toqué; él se quedó tranquilo, aunque también pude sentir que su cuerpo latía fuertemente.

Con los días, los miedos fueron desapareciendo, y yo sentía la necesidad de tocarlo y de darle mi protección. Él se quedaba inmóvil como para no asustarme y dejarse querer. Así nació nuestro amor.

En las tardes, incluso bajo un sol inclemente o bajo la lluvia, salía a buscarle hierbas frescas para alimentarlo. Lo fui viendo crecer, ya tiene con nosotros cerca de tres años, y ha sido hermoso tenerlo como mascota.

Cuando deseo tenerlo conmigo, lo saco de la jaula, lo acaricio y él se queda inmóvil, inexpresivo, pero siento que es feliz a mi lado.