Al tercer día de clases.
Septiembre 18. José Luis, un hombre de 26 años, destacado músico profesional, ha decidido buscar un poco de paz y tranquilidad, ha tenido una vida agitada de problemas familiares, su padre lo abandono a los 5 años y su madre hizo todo lo posible para hacer de el un hombre de bien. Todos conocían a este amante de la música, por su simpatía, era fácil para el hacer buenos amigos, entrar en confianza era muy sencillo.
Una mañana, luego de una larga noche de insomnio, había terminado de concretar su plan de poder librarse de algunos asuntos.
Hace 3 meses que José, empezó a asistir a un templo religioso, gracias a uno de sus vecinos que conocía desde temprana edad, por su alto conocimiento musical empezó (a los pocos días) a ser parte del grupo musical de la iglesia, nadie sabia lo que estaba por suceder...
Dentro de la congregación habían dos señoras que pasaban de los 60 años, alegres, todos conocían de ellas, ya que estas recibían a las personas al llegar al templo, ellas siempre desearon tocar un instrumento musical y nunca pensaron en la edad como un obstáculo para poder lograrlo, por lo que decidieron hablar con José para recibir clases particulares en su apartamento ubicado en el piso 5 de La Alameda, a unas pocas horas de su lugar de residencia, en lo que José acepto ya que su situación económica no era muy buena para el momento.
Empieza la cuenta regresiva a lo que nadie se esperaba.
Primer día de clases.
Una sábado por la tarde, muy parecido al resto de los días, José llamaba al apartamento desde la puerta del edificio para dar inicio a la primera clase de música, más allá de dar la clase ya tenía pensado en como se gastaría el dinero, aunque no era muy difícil saberlo ya que estaba lleno de deudas, así como tu y yo podríamos estar en algún momento de este viaje llamado vida... Fue tratado con mucha cortesía, e incluso después de la clase compartieron una pequeña merienda, las ancianas al ver que el tiempo pasó muy rápido decidieron por incrementar a dos horas la clase por día, empezando esto en la próxima.
Segundo día de clases.
Ya con un poco de confianza, porque no sólo compartían las pocas horas de clases, si no, los momentos en el templo, que eran muchos, José llega nuevamente al apartamento de estas ancianas que tenían casi 4 veces más la edad del músico, todo iba muy bien, durante la clase una de las ancianas decidió compartir algunas bebidas, aprendían muy rápido y practicaban mucho (a esa edad hay mucho tiempo libre), en un descuido José, golpeo el instrumento con el cual las ancianas aprendían, se le caía la cara de la vergüenza a José, en el momento una de ellas replicó que era necesario que se le sea pagado el instrumento, pero más allá de pagarlo, el músico había dañado algo más que su instrumento, había dañado años de historia familiar.
Tercer día de clases.
Ya van 3 semanas, cada sábado José estaba en la puerta del edificio desde que aquellas ancianas decidieran recibir clases de música. No fue una buena semana para el músico ya que tenía una deuda más, tenía que pagar el instrumento que sin querer había dañado, cada día que pasaba era un día cargado de acoso, tormento, las ancianas se habían encargado en una simple semana de correr la voz, decían lo que había sucedido y señalaban al pobre José de irresponsable, a raíz de esto y otros inventos de las ancianas fue puesto en disciplina dentro del templo.
Es increíble ver como puede cambiar el trato de las personas dentro de estos templos, por un simple invento de viejas o por una verdad distorsionada.
Es cierto, José tenía deudas, pero primera vez que una deuda le arrebataba la paz y aquel trato tan especial que nunca había tenido desde que su padre lo abandono. Así que José se levanto en ese tercer día de clases había anotado cada detalle de como llevar a cabo lo que le daría un poco de tranquilidad. Nadie le dijo que aceptara entrar en ese tipo de religión y mucho menos darle clases a un par de ancianas, pero su experiencia recolectada a través de los años, sin importar que tan buena o mala haya sido, decidió hacerlo, un escape a la rutina de su día a día.
Como responsable, toco a la puerta de aquel departamento, ahí estaban las dos ancianas llenas de esperanzas ver el pago de su instrumento, sin darse cuenta del daño que habían ocasionado a través de la verdad distorsionada, el acoso y la intensidad, le habían cambiado muchas cosas a José en tan solo pocos días, José ingresa al apartamento y sin mediar palabras, sólo con una media sonrisa en su cara, como lleno de satisfacción porque dentro de su subconsciente tenía lo que el pensaba que era una salida, se abalanzo sobre la primera mujer, dándole un golpe tan fuerte que la desmayo, la otra anciana corrió dentro de sus capacidades a una de las habitaciones pero no logro cerrar la puerta por completo, ya que José, aquel hombre de 26 años quien habían conocido, lleno de simpatía, ya no era el mismo, muchos traumas, rencores y pensamientos negativos dentro de su ser habían estallado, y ellas fueron lamentablemente, las que pagaron esa deuda...
Ese día nadie escucho los gritos que salían del piso 5 de La Alameda, aquella zona tranquila y familiar, se había convertido en el epicentro de uno de los crímenes más horrorosos de la región. Aquel hombre que había salido adelante gracias a una madre soltera había descuartizado a las dos ancianas en busca de paz.
A los pocos días fueron encontrado los restos de las ancianas en su apartamento, gracias a las denuncias emitidas por los vecinos por el mal olor que se desprendía, despues de las averiguaciones dieron con el paradero del músico y encontraron las armas blancas con las que se produjo el asesinato y una libreta donde indicaba desde día antes como cometer el atroz acto violento.
Ahora José espera en una carcel, mientras el juzgado decide que hacer con el. Quizás haya encontrado la paz que no encontró fuera de las rejas, eso tanto usted querido lector, como yo, lo dudamos.
Nadie sabía que las ancianas le pagaban a su propio verdugo.