Hola a tod@s, feliz y bendecido domingo, quiero agradecer a @edlili24 por este concurso que nos permite conocer uno de los destinos turísticos más hermosos de Venezuela, gracias

Y así fue en los Roques

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Mi amiga Mayerling y yo, organizamos un grupo para conocer a los Roques, salimos un día viernes temprano en la mañana para tomar el vuelo chárter que salía desde la Guaira a las 11:00 am., llegamos a buen tiempo.

Estando todos a bordo, la avioneta se preparó para despegar, apenas el piloto puso en marcha los motores, estos sonaron como si fueran a explotar, algunas mujeres gritaron y Mayerling se puso a llorar del susto. El estruendo fue tan fuerte, que creímos estallar en mil pedazos; sin embargo, sucedió lo contrario, sin percatarnos pese al estruendo estábamos en el aire, rumbo a nuestro destino.

^{Dibujo de mi amiga Mayerling}

Llegamos al Gran Roque casi al medio día, estábamos alegres, caminamos por sus angostas calles de arena y casas coloridas hacia la posada donde nos alojaríamos. La recepcionista era una lugareña muy alegre, antes de darnos la llave de la habitación, nos ofrecieron un rico cóctel de bienvenida.

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Nuestra habitación decorada al estilo caribeño, tenías dos pequeñas camas de madera, arregladas con esmero y un gran ventanal desde donde se veía el azulado mar.

Antes de almorzar, Mayerling y yo, nos colocamos nuestros trajes de baños y dejamos preparados nuestros bolsos playeros, pues al terminar de comer, iríamos a hacer un recorrido por varios lugares del archipiélago.
Llegó el momento de subirnos a la lancha, el conductor ya estaba al volante y conversaba divertido con un señor extranjero, de unos sesenta y cinco años, quien hablaba español con un fuerte acento inglés, cuando éste nos vio, se apresuró a ofrecernos ayuda para abordar y con tono gracioso dijo:

─ Han llegado a nuestro barco, dos hermosas sirenas terrestres, esperemos que las marinas no se enojen y nos hagan naufragar.

Nos llevaron a un sitio que era una especie de cueva que estaba en la superficie, nos colocamos los esnórqueles y las chapaletas para adentrarnos a conocerla; cuando mi cara se posó en el agua, quedé maravillada, jamás había visto tantos peces en mi vida, de distintas formas, tamaños y colores, la vida se abría paso ante nuestros ojos.

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Mi corazón latía con fuerza, mi mano intentaba tocar algún pez para asegurarme de no estar soñando. Encontré un asiento de piedra en la pared de la cueva y allí me estacioné a observar con calma aquel mágico espectáculo. No tengo idea de cuánto tiempo estuvimos, perdí la noción del tiempo. Mayerling quien estaba agotada por nadar contra corriente como el resto, me avisó que nos íbamos.

Estando en la lancha todos conversaban, yo iba en silencio contemplando la belleza de los degradados azules del mar, su calma me fue hipnotizando… De pronto, me vi en el agua con una sirena nadando hacia las profundidades; llegamos a una ciudad submarina, poblada por toda clase de criaturas fluorescentes, invertebradas, parecían naves extraterrestres. Había peces gigantes, caballitos de mar, mantarrayas, delfines, medusas, calamares y pulpos gigantes.

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Nos topamos en nuestro camino con un grupo de tritones que acompañaban a una ballena que perdió su rumbo, uno de ellos me miró fijamente a los ojos, en su mirada apareció la imagen de un pelícano herido encallado en una playa… Luego, sentí un fuerte dolor en el cuerpo, me había caído de la lancha en movimiento. Esta regresó a sacarme del agua. Mayerling gritaba:

─ ¿Estas bien?, ¿Cómo te caíste, amiga?

El señor extranjero que se dio cuenta cuando caí, respondió:

─ Estaba dormida cuando la lancha giró y se cayó al mar.

Yo no atiné a decir nada, aturdida por el golpe, trataba de explicarme los que acababa de ver, había sido tan real.
Hicimos un recorrido por varios cayos y por último ese día, visitamos una paradisíaca playa cuya arena era tan blanca, que mi pálida piel al lado de ella, lucía bronceada, era un falso efecto, creo, al salir de ahí seguía con mi mismo tono de piel. Las tranquilas aguas cristalinas de poca profundidad me invitaron a flotar, estuve largo tiempo observando las nubes en el cielo, tumbada en el mar.

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Mayerling me sacó del reposo, íbamos a explorar aquel islote con nuestro guía; mientras caminábamos me separé del grupo, fui atraída sin razón aparente hacia unos matorrales, me llevé una sorpresa al acercarme, en la arena yacía un pelícano herido, igual al que había visto en los ojos del tritón.

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Corrí a avisarle a los demás, el excéntrico extranjero fue a buscar algo conque inmovilizar a la ave, trajo dos toallas, con una tapó su cara y luego con la ayuda del guía lo envolvió en otra y lo montaron en la lancha; regresamos al gran Roque con un pasajero herido.

Al día siguiente, después de las excursiones, fuimos a visitar al pelícano, la dueña de la posada nos dijo dónde encontrarlo, el extranjero lo cuidaba, nos contó que se dedicaba a rescatar animales heridos.

Nos despedimos nostálgicas de los nuevos amigos de los Roques, cuando íbamos hacia la avioneta, Mayerling temblaba, por la experiencia que tuvimos en el despegue de venida; uno de los organizadores nos recibió con la noticia de que faltaba un puesto y una de nosotras debía irse en otra avioneta de menos pasajeros, mi amiga palideció, antes de que fuera a entrar en crisis, yo me fui voluntariamente a la avioneta más pequeña, en ella iban el piloto y un copiloto, tuve para mi sola todas las ventanas para disfrutar de la maravillosa vista, la avioneta despego y aterrizó con tal levedad, que hasta los momentos ningún viaje aéreo que haya tenido se le compara.

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Varios meses después, vimos en las noticias, la historia sobre Jack Sea, un hombre que logró salvar de la muerte a un pelicano herido por las hélices de un navío.

Invito a participar a: @ijeblowrider, @djoya y a @joyarub, gracias