La luna dicta estos versos
con olor a azafrán,
y encendidas flores violetas.
Una madre reza por un hijo
en una eterna espera.
La hilandera teje una venda
para secar lágrimas postreras
El gato negro la mira
y se conduele de su pena.
La libertad le ha costado
cicatrices y condenas.
La soledad lo cobija
por trochas y por veredas
Y camina el caminante
con una esperanza apenas,
arriba a otros puertos
sin miedo que lo detenga
Su instinto es su guía
en tierras propias
y en ajenas.
La muerte le llega pronto
como ave pasajera
Y el poeta ya se rinde
a su canto de agorera,
No se despide del mar,
ni del Río que atraviesa,
a su Cumaná querida,
la tierra de grandes poetas.

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