Una Aventura en Roraima - Paraíso Terrenal

Gracias @edlili24 por crear esta aventura . Invito @Ruthsany @blacksatr12 @yannichampion a formar parte de esta iniciativa en @steemVenezuela

Paraíso Terrenal

Dibujo de mi autoría hecho a lápiz del Roraima

Mi abuelo, era un viejo sabio de ascendencia española que llegó a estas tierras adorando su naturaleza y origen ancestral. Se hizo médico residente en el estado Bolívar, más tarde se interesó por la botánica y convivió con la etnia Pemón para estudiar sus costumbres y tradiciones. Tenía muchas anécdotas fantásticas, eso creía yo hasta entonces.

Una vez me contó que una mujer lo miró fijamente a la orilla de un río, iba a dar a luz, entonces decidió atenderla y mientras ella estaba en ese trance mi abuelo se retorcía y se quejaba de los dolores de parto.

• ¿Y para que hacía eso, abuelo?

• Para engañar a los malos espíritus, para que cayeran sobre mí y proteger a la mujer y al niño.

Eso me dijo, y todavía recuerdo su rostro lleno de entusiasmo sobrenatural, quizás porque sus historias estaban cargadas de dioses y demonios. Él llegó a ser un médico reconocido entre las poblaciones como en la ciudad combinando el conocimiento científico con lo mágico religioso, o cosmogónico hasta en lo que decía.

Mi abuelo dejó trazado una ruta y quise hacer una expedición, por eso estoy con la etnia que lo conoció, en este basto lugar del mundo, cerca del imponente Roraima donde la tierra era una madre de mil bocas, y los pájaros y las serpientes se unieron para dar origen a los tepúyes.

Quiero saber más acerca de él, de los orígenes del sol y la luna, aunque todo está hecho hay un verde hasta el azul del cielo que guarda un misterio inexplicable.

En el parque la Llovizna, canaima (1988) Foto cortesía de mi primo Ricardo

Ya casi es de noche, el grupo Pemón prepara una bebida espirituosa. Puedo escuchar como el viento murmura algo entre los árboles del bosque y la portentosa caída de agua del Salto Ángel, o como dicen los pemones, del “salto del lugar más profundo”.

Después de probar varias veces la bebida que “guarda el secreto de la alegría”, nos movimos a la orilla de un lago donde de inmediato se pusieron a cantar y a danzar para restituir el alma al cuerpo, la verdad yo también lo necesitaba y me uní con ellos. De pronto empezaron a palear el agua, a ofrendarle flores y por mi cabeza pasaban un montón de preguntas, ¿Será que alguien va dar a luz?, pues no, solo cantaban cantos de kanaima para que las entidades espirituales no pudieran ejercer control sobre nosotros mientras estuviéramos allí porque el que tiene la “mente mala” se puede trasformar en una persona peligrosa.

Yo estaba exhausto, me senté en la orilla, los demás se colocaron en cuclillas me parecía que estaban mirando a ninguna parte cuando de pronto apareció una mujer caminando sobre el agua. Froté mis ojos con las manos y volví a enfocar la mirada, pero se había ido. Por un momento pensé que estaba alucinando. Imaginar me dio miedo.

El líder del grupo, también llamado entre ellos Epuru, se me acercó. Todos empezaron a discutir en dialecto Arekuna. Recordé a mi abuelo y el cuento sobre esa mujer, recordé al Quijote, a Robinson Crusoe, miré el firmamento con sus miles de galaxias tan cerca y se me vino a la cabeza Galileo… en fin, estaba nervioso, con una sonrisa de medio lado, en un nivel ontológico, crucial…

• ¿Qué es lo que pasa?– Dije en tono determinante-¿Alguien me puede explicar que fue lo que vi?

Todos se me quedaron mirando, me rodearon en silencio, se colocaron en círculo, por un instante tuve la sensación que iba a descubrir el secreto del mundo y el de mi abuelo… y así fue.

Según cuentan una mujer salió del lago y empezó a andar sobre el agua, llevaba un niño en los brazos que fue enviado por los dioses entonces ella caminó hasta la orilla y por primera vez un ser humano pisó el mundo. Durante años la mujer alimento y cuido al niño, se hizo hombre, se casó, tuvieron hijos y poblaron la tierra con los hijos que tenían.

Solo aquellos hombres que ella mira pueden tener contacto con los dioses creadores, abrir las puertas del tiempo y tocar las alturas. Cada año, da a luz a un nuevo niño que sigue los pasos del otro.

Ahora comprendo a donde fue mi abuelo, por qué no volvió nunca más a casa. Es uno de esos hombres que habita entre la neblina, el sol y la luna por los senderos del Roraima. Es fácil perderse para siempre cuando eliges tu destino

Abajo en el Salto kamá Merú (1988)

El cielo está oscuro y por unos momentos una luciérnaga ilumina el mundo. Hasta aquí llega mi ruta, es hora de volver y dejar que los mitos sigan volando como el canto de mil pájaros libres, o como un sueño tan real como difícil de creer.