Rodion salió del trabajo. Ya había pedido permiso a su jefa para ir a consulta ese día. La mujer le vio levantarse, salir de su cubículo e irse del edificio.

Rodion pidió un taxi frente a su lugar de trabajo y dio las indicaciones al conductor. Una vez que llegó a su destino, le pagó al hombre y entró en la clínica. Aunque sabía que llegaría con la lengua afuera al quinto piso, evitó usar el ascensor porque le tenía miedo a ese aparato.

Antes de entrar en el consultorio, se secó el sudor de la frente con un pañuelo, se miró en el cristal de la puerta y llamó por el timbre. La secretaria pulsó el interruptor y el permitió ingresar. Rodion esperó tranquilamente su turno.

Cuando el doctor Aliques despidió al paciente antes que él, habló con la secretaria y canceló una cita futura con otro enfermo. Dio la vuelta y saludó a Rodion al verlo. Le hizo señas para que entrara al consultorio.

—Muy bien —dijo Aliqués tan pronto se sentaron— ¿Qué me cuentas?

Rodion tardó en responder. Trataba de cargar la información antes de atreverse a decir algo.

—Di lo que puedas… —le animó el médico.

Rodion le habló de los sueños recurrentes que había estado teniendo desde que rompió su relación con Masha. Un día, en compañía de un amigo de la adolescencia, fue a la casa en la que él vivía con su ex novia y le dijo que la relación llegaba hasta ahí.

Masha hizo un melodrama. Se puso a llorar, a hacerlo sentir culpable y decirle que lamentaba lo que pasaba y que le diera otra oportunidad. Ella pasaba de hacerse la víctima a insultarle y decirle que el del problema era él.

Marcos, ese amigo que atestiguaba el rompimiento, grababa con la cámara del teléfono el desarrollo de los eventos. Rodion le tenía pánico a las cámaras, en especial porque él es muy amante de la preservación de la intimidad por lo que Marcos le motivó a hacerlo para que, en caso de que Masha se pusiera violenta e intentara poner a la gente de su lado, él tuviese pruebas audiovisuales para dejarla expuesta.

Rodion hablaba con voz temblorosa. La ira y la tristeza teñían su voz con sus emociones más profundas.

De regreso en su apartamento, Rodion procuró relajarse y pensar en cosas hermosas para invocar un sueño reparador.

Despertó decepcionado al verse en sus pesadillas, perdiendo su identidad, su sentido del ser... Una imagen de sí mismo en caída al abismo.

Sin cara, sin nombre y buscando algo a que aferrarse antes de caer en la nada.