Rodion eyaculó y suspiró aliviado. Se levantó, se deshizo del semen en el baño, se lavó las manos y volvió a la cama a dormitar hasta sentir que la modorra daba paso a una versión más activa y valiente de sí mismo. No tocó el teléfono ni corrió las cortinas. Se limitó a tener sueños ligeros provocados por su mente semi despierta. Estas imágenes, con contexto o sin él, unas veces le asustaban; otras, le relajaban.

Las ficciones sexuales llevadas a cabo en la penumbra de su cuarto minutos antes de dormir o, debido a un sueño erótico, justo después de despertar, tenían el poder de aliviar sus nervios y el malestar que sufría y compartía con Jocantha. Muchas veces llegó a pensar que, de no ser por el hábito de la autocomplacencia, se habría vuelto loco hacía mucho.

Rodion estaba harto de despertar de una ensoñación realista y encontrarse con la soledad de su vida. Las citas que conseguía en la aplicación destinada a este fin cumplían con la función de ayudarle a conocer gente nueva, pero la calidad de las relaciones era, cuando mucho, agradables. Las mujeres eran lindas y sencillas y, sin necesidad de profundizar en los lazos, sabía que no estaban del todo seguras en cuanto a seguir probando con él.

Cuando llegaba el momento de la despedida, Rodion las deja ir sin querer forzar el intento de relación. El trabajo y los pasatiempos le ayudan a sobre llevar la decepción. No compartía sus impresiones con Jocantha aunque ella no duda en comunicarle sus intentos de encontrar al amor de su vida. Ella hablaba y soltaba todo lo que pensaba. Él, en cambio, no decía nada, pero asentía y concordaba en lo que salía de su boca.

Había ocasiones en las que Jocantha lo llamaba o le enviaba mensajes y él la ignoraba. Si no estaba de humor aguantando su propio malestar no iba a poder con el de ella tampoco. Rodion la amaba, pero no se sentía con ganas de estar peor por escucharla. Cuando finalmente le respondía, se excusaba diciendo que se había dormido o que estaba haciendo algo del trabajo o de la limpieza (como vivía solo, esto último era siempre una posibilidad).

Cuando finalmente se sentía con ganas de enfrentarse a la vida, fuese el día que fuese, Rodion hacía lo que debía hacer hasta que la hora de dormir llegaba otra vez.

El vacío que le rodeaba le hacía sentir como un pez que habitaba una pecera demasiado grande en comparación con su tamaño.