Vista desde afuera, Masha era una buena mujer. Sobreprotectora, responsable y de actitud imponente. Eso fue lo que enamoró a Rodion al poco tiempo de conocerla.

Ella también sucumbió a sus encantos y, al poco tiempo, iniciaron una relación.

La primera vez que lo golpeó se sintió como si hubiese tenido un terremoto emocional, una sacudida venida de algún lugar imposible de ubicar.

Las lágrimas salieron enseguida. No fue su intención, le dijo. Sus lágrimas recorrieron su cara mojándola y cayendo al suelo, más abajo de lo que ella se encontraba entonces.

Esa fue una de esas veces en que la realidad salió y le demostró que las fantasías que se había imaginado junto a Masha eran sólo eso. Ensoñaciones.

Ese siempre había sido su problema: se imaginaba relaciones de amistad, románticas y de familia muy edulcoradas y alejadas de la realidad.

Pero la gente a la que se unía tenía en mente otros planes, otras ideas de lo que era deseable o perfecto y Rodion, al ver el resultado de sus expectativas frustradas caía en una depresión de la que le costaba salir.

Los golpes de la realidad eran tan duros y humillantes como el que le dio Masha. Sólo que, aparte de llanto, la sangre también alcanzó la capa superficial de su piel.