Es un placer como siempre participar en la dinámica de #SV-Buenavibra. Organizado por @teamvenezuela. Promovido por su moderador, nuestro amigo @marvinvelasquez. Y con gusto comparto con ustedes.

Continuando con mis tantas anécdotas que he acumulados a través de los años. Me han servido para reflexionar, conocerme y corregir errores que he cometido y los que todavía no termino de corregir. Somos humanos y no perfectos. Pero si percibo el cambio con las personas que me rodean.

Les comento que cuando joven, siempre vivía envuelta con mucho estrés. Actuaba como un robot de la casa a los estudios, y de los estudios a la casa. Años más tarde, de casa al trabajo, y del trabajo a casa. Luego llegó el amor. Con el amor, los hijos, y con los hijos, las responsabilidades, mantener un hogar, cocinar para la familia, mantener la ropa lavada y planchada, llevar los niños al médico. Cuando están pequeños, se enferman bastante, luego en su temporada de la escuela, llevarlos al preescolar, y otro compromiso, quién me los cuida mientras trabajo y quién los va retirar del colegio. Todas esas responsabilidades me llenaban de angustias y me afectaban emocionalmente quebrantando mi salud.

Con la ayuda de mi esposo, logramos comprar y mudarnos un hogar más cerca de nuestro lugar de trabajo. Con la ventaja o desventaja que nos tocó vivir en planta baja. Había muchos niños y todos bajaban a jugar muñecas, carritos y hasta pelota. Escuchar a los niños todos los días golpear mi puerta con la pelota, las risas, me ponía los nervios de punta y me causaba dolores de cabeza. Los primeros días los trataba con amor y les decía se fueran al parque a jugar. Se iban al parque y al ratito estaban nuevamente jugando frente a mi puerta. En muchas ocasiones hablé con los padres y no le prestaron atención. Hasta que me puse groseras con los niños y dejaron de jugar en planta baja, problema resuelto.

Al actuar de esa forma grosera con los niños me sentía mal, pero fue la única forma que dejaran de jugar frente a mi puerta. Mi reflexión es: Para esos tiempos estaba viviendo problemas emocionales y no es que yo era una persona mala, sino, necesitaba tranquilidad, y el ruido incesante de la pelota de chocar a cada rato con mi reja me alteraba los nervios. Ahora entiendo la frase del gran filósofo clásico griego, Sócrates de Atenas, cuando menciona. “Sé amable con todo el mundo, pues cada persona libra algún tipo de batalla”.

Esos son los únicos momentos que me porté mal con mis vecinitos. Del resto, los trataba con cariño. Ahora esos niños son adultos, la mayoría todavía viven en el edificio. Son respetuosos conmigo y no tienen resentimiento. Si me hubiera portado mal en otros aspectos, posiblemente me odiaran. Otros vecinos que no tenían niños me dicen que tuve demasiada paciencia. Gracias a Dios, todo pasó y vivo tranquila.