#sv-escritura: El último adiós en la casa de la esquina
En el barrio de un pequeño pueblo, justo en la casa de la esquina, el día de hoy, a diferencia de otros, luce nublado y un poco frío, como si el clima del día supiera lo que sucedería en el transcurso del día. Es una casa de estilo antiguo, con paredes un poco desgastadas por falta de pintura. Las ventanas están abiertas para permitir el paso del aire. Se han guardado las fotografías y los cuadros que adornan la sala de estar, así como algunos muebles y objetos. Todo esto para poder darle lugar al ataúd, colocar flores frescas y la foto del difunto. La muerte no es solo dolor y tristeza, también puede llegar a ser alegría, la emoción que da al volver a ver a la familia, conocer sus historias y sucede que a veces la familia aumenta y no lo sabemos hasta que suceden este tipo de cosas.
Fluyen las lágrimas y está presente la tristeza que se mezcla con el olor del café recién hecho que se toma con pan y queso. Los vecinos se reúnen con los amigos y familiares que llegaron para despedir al difunto, todos vestidos de negro mostrando respeto y dando las condolencias. Comparten chistes y cuentos, tanto de ellos como del amigo que ya no estará presente en sus vidas, pero que vivirá por siempre en sus recuerdos como si la muerte fuera solo un paso en la vida.
De pronto, comenzó a llover, como si el cielo también llorara por la pérdida de un ser querido. Esperando por la disminución de la lluvia, se preparaban para iniciar el viaje al cementerio y dar el último adiós a quien en vida fue hijo, esposo, padre, hermano, abuelo y un gran amigo. Los niños corren y juegan, desconociendo el significado de la muerte. La calle se llena de música melancólica, que habla de la triste despedida y el añorado reencuentro.
Ya en el cementerio, entre lápidas de diferentes formas y tamaños, cada una con diferentes historias a contar, los vivos se aferran a sus creencias. Los ojos comienzan a arder, prediciendo prontas lágrimas a derramar que se mezclan con gritos de dolor y tristeza. La lluvia comienza a caer, esta vez más fuerte, mezclándose con las lágrimas de todos y la tierra del cementerio.
Después del entierro, las lágrimas se secan y las risas aparecen. Se reúnen en la casa del difunto una vez más para despedirse de todos antes de que cada quien vuelva de nuevo a sus vidas y no se vean más, hasta el siguiente funeral.
Días después, la casa se llena de vida. Los muebles y los cuadros, junto con todo lo demás, están de nuevo en su lugar. Los niños se encuentran jugando despreocupados de todo, mientras los adultos se ocupan de los quehaceres.
La muerte no es el final...
No es un adiós definitivo, sino un hasta luego.
En Memoria de Nelson Ceballos
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