Hubo alguien llamado Jesús de Nazaret que se empeñó en cambiar el mundo y logró que su doctrina de amor quedara sembrada en la humanidad... Sin embargo, debemos, de manera individual, acogernos a todos esos valores que ayudan a que seamos mejores.

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¿Alguna vez te has preguntado, qué quieres cambiar y cómo lograrlo?

Si algo hay que erradicar de este mundo para que sea mejor es la ambición de poder y de dinero en los seres humanos, lo cual suele llevarlos a la falta de conciencia. Si revisamos la historia desde los albores de la humanidad hasta este presente ultra tecnológico en que nos encontramos, nos daremos cuenta de que ha sido la ambición la causante de las más cruentas guerras y de los más nefastos despropósitos que hemos padecido en este planeta.

Una educación centrada en los más sublimes valores éticos y sociales podría concientizar a las personas contra ese terrible flagelo de la codicia exacerbada, sin embargo, en los predios de la conducta humana, nada es seguro, ya que se han visto casos de conspicuos líderes religiosos o eminentes científicos e intelectuales que han sido víctimas de las tentaciones del poder. No obstante, es necesario seguir inculcándoles, sobre todo a las nuevas generaciones, las aberraciones que genera la ambición.

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¿De quién dependen estos posibles cambios?

Como ya señalamos, es una labor de educación constante, tanto en el hogar, que es donde obtenemos nuestros primeros principios, como en la escuela, la institución que formalmente nos instruye. Desde temprana edad se le debe inculcar al niño los valores de respeto, de igualdad, de libertad, de que debemos luchar todo el tiempo por lo que anhelamos, sin que esa lucha signifique que estamos causándoles algún mal a los demás, que el logro de nuestro bienestar no incluye la generación del malestar ajeno.

Sin embargo, cada uno de estos principios tiene repercusión si individualmente, desde cada conciencia humana, se incorporan como normas ductoras de la conducta. Es imprescindible concientizar que el mundo solo mejorará cuando mis ambiciones personales no se conviertan en una excusa para apabullar a mis semejantes, al entorno y a todo cuanto se atraviese en el camino.

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¿Cuentas con las herramientas para lograrlo y emprender la acción?

A mis hijos, a mis alumnos y a todo el que ha querido escucharme les he inculcado siempre a través de las palabras y del ejemplo que la ambición y la inconciencia son los males que han causado las más grandes desgracias a este mundo. Se trata de una cruzada que emprendí desde hace ya muchos años, teniendo como tribunas el hogar, las aulas universitarias y, desde hace algún tiempo, aunque confieso que con menos constancia, las redes sociales.

Mis hijos, quienes ya son mayores de edad, han hecho parte de su vida estas lecciones. Y algunos estudiantes que después se convirtieron en mis amigos, así lo han hecho igualmente. Espero que muchos alumnos, de los que más nunca tuve noticias, también hayan acogido esos planteamientos.

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¿Crees que otros imitarían estas acciones en pro de un logro colectivo?

Cuando el mundo se torne más equilibrado, debido a la aplicación de estos principios, en el momento en que todos comprendamos que el éxito no significa nada más que el acceso al poder financiero, político o cualquier otro, sino la satisfacción de vivir bien consigo mismo y con los demás; cuando entendamos que el logro de nuestro bienestar no nos da derecho a causar los mayores atropellos a las demás personas, con el propósito de convertirnos en el pequeño o gran tirano de nuestro reino… cuando todo esto comience a mostrar sus innegables providencias, muchos otros remedarán estas acciones para estar en un mundo mejor.

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