Ese gran deseo para mi país/ "Las virtudes del trabajo"

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Muchos de los analistas de la realidad de nuestro país durante el pasado siglo, entre ellos el reconocido intelectual Arturo Úslar Pietri, señalaban que la mayoría de los venezolanos no consideraba al trabajo como un factor confiable para la superación. El empleo formal representaba nada más un modo de sobrevivir que no garantizaba el acceso a la abundante riqueza, a los recursos económicos que le permitiera una existencia llena de lujos y comodidades.

Esto solo podría lograrse a través de un golpe de suerte, con la obtención de los grandes premios en los juegos de azar o en una posición destacada dentro de la administración pública que le permitiera disponer sin muchas trabas de los recursos monetarios de la nación para adueñarse de ellos ilegalmente, empleando cualquier corrupta artimaña. Era por completo normal escuchar la consigna que aseguraba que “nadie se hace rico trabajando”.

Esa manera de concebir al trabajo, además de despojar a este de sus innegables virtudes, exponía el carácter impetuoso, pero también imprudente, del venezolano que no se detenía a planificar a largo plazo el futuro, sino que aspiraba a cambiar el rumbo de su vida en el menor tiempo posible, confiando en que un evento providencial, de buenas a primeras, hiciera el milagro. Debido a esta actitud, según nuestros más conspicuos investigadores, proliferaban en aquellos tiempos el sinnúmero de loterías, kinos, lotos, triples terminales o cualquier otro método que alimentara las ilusiones de una rápida riqueza.

El esfuerzo constante y sostenido que implica una sucesión de etapas con el propósito de avanzar gradualmente hacia la consecución de los más grandes anhelos no estaba muy bien visto. Por esta razón se valoraba y se mitificaba al hombre audaz, intrépido, al que utilizando cualquier artimaña, legal o ilegal, se lanzaba sin muchas reflexiones a conseguir lo que deseaba… No es de extrañar, entonces, que a finales del siglo pasado eligiéramos como presidente de la nación a un militar que cumplía con esas características y nos prometía, igualmente, cambiar sin dilación esa Venezuela que teníamos.

A lo largo de este siglo, la historia nos ha demostrado que no es posible alcanzar el desarrollo de esta tierra sin el aporte del trabajo creador de cada uno de sus habitantes. La severa crisis que todos hemos padecido nos ha inducido a reflexionar y a valorar nuestro rol en la construcción del porvenir que deseamos para nuestros hijos y nietos. Muchos de nuestros coterráneos que debieron emigrar al extranjero han experimentado de cerca que solo el trabajo arduo les ofrece la solución para evolucionar en todos los aspectos. Los que permanecemos en el país, por nuestra parte, a pesar de la depauperación de los salarios, corroboramos que es imprescindible cumplir con nuestras responsabilidades laborales para que la nación sobreviva, para alimentar las esperanzas.

Sin embargo, existe todavía un alto índice de venezolanos que se acostumbró a subsistir con las migajas que el gobierno les proporciona y, aferrados a esa situación, aspiran a que esa realidad nunca cambie. Para este sector de la población el trabajo, el empleo que confiere dignidad y progreso, continúa siendo algo insustancial, un modo de pasar la vida amarrado a una obligación que, a fin de cuentas, tampoco lo conducirá hacia la verdadera riqueza…

Por todo esto que he expresado, mi gran deseo para el país es que tomemos conciencia de que el trabajo, el cumplimiento cabal de nuestras responsabilidades, es lo que nos conducirá por la senda del progreso. Solo el consenso y la planificación, sin que se inmiscuyan las soluciones mesiánicas, nos encauzará paulatinamente hacia los destinos que deseamos.

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Invito a los amigos:
@paholags,
@damisvilladiego y
@liasteem

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_{Nota: Todas las imágenes, excepto el mapa de la portada, pertenecen al autor y fueron tomadas con la cámara del teléfono móvil, modelo: Samsung SM-A135M.}