Hay quien dice que en los actuales momentos es difícil crear porque ya todo está hecho o, dicho con otras palabras, que es imposible dejar de copiar porque hasta las palabras que utilizamos cotidianamente están ya gastadas de tanto uso.

Este es un tema bastante complejo porque quien se acostumbra a imitar puede justificarse y decir que si no lo hacía exactamente igual al otro no le iba a quedar tan bien, lo que implica que quien copia es porque considera que eso que está reproduciendo le parece interesante, apropiado o ingenioso, tanto así que se toma el trabajo hasta de exponerlo como propio y no faltará quien le felicite por ello.

“Segundas partes nunca fueron buenas” es una expresión que suele escucharse y tiene mucho de cierto. A la prueba podemos remitirnos: las imitaciones que se hacen de productos, que se han vuelto famosos por su sabor, olor, color u otra característica, pasan a ser copias burdas que dejan insatisfecho a quien la adquiere. El copista se empeña en colocar nombres parecidos al producto original con la idea de confundir al consumidor, que puede caer una vez, pero no la segunda.

En la pintura es válido copiar, se pierde la cuenta de cuántas veces se ha pintado la Gioconda, con los resultados muy parecidos, nunca igual al original, siempre habrá algo que muestre la falsificación. Como ejercicio vale, como práctica para adquirir destrezas, pero nunca se pretendería tratar de suplantar al original.

Cuando alguien compra una casa en una zona donde todas las construcciones son idénticas, siempre trata de que la suya se diferencie de las otras, paso a paso le va haciendo pequeños cambios, que le alejen de la casa modelo, esto habla de que en el fondo nadie quiere parecerse a los demás, aunque en la práctica, las normas de vida nos lleven a uniformarnos y copiar estilos, peinados, ropa y maquillaje, entre otros.

Quien es original suele destacarse y alejarse de los patrones impuestos, pero esto le traerá consecuencias: será tildado de raro, excéntrico y en el peor de los casos de loco. No seguir los rigores que la sociedad impone tiene un costo elevado. Pensar diferente, actuar diferente, es un acto de valentía, que lleva a la persona a tener criterios propios y tratar de ser único; juega aquí la creatividad un papel preponderante.

Ser creativo es un propósito que encuentra cabida en el mundo de las ideas, en la escritura. Poder organizar el pensamiento y ver aristas que otros no ven y presentarlas a los demás de manera escrita es un don que muchos buscan tener y les lleva a caer en el plagio. Es más fácil robar que crear, pero eso a la larga trae sus consecuencias, sobre todo al plagiador, porque quien se acostumbra a la copia, no produce y va aniquilando poco a poco su imaginación, mientras que el creativo ve en cada situación la oportunidad de sacar algo nuevo, desarrollando cada vez más su ingenio e inventiva.

La vida está llena de escenarios en los que alguien crea una idea, la expone, y al poco tiempo otros la están reproduciendo y desarrollando a su manera, hasta que la extinguen, porque lo que en su momento era original y extraordinario, la repetición la vuelve rutinaria y sin sentido. Observamos, por ejemplo, que a alguien se le ocurre la idea en su comunidad de vender hojillas con vidrio molido, coloca un cartel y le hace promoción a su negocio. A los días su idea es reproducida en otros lugares y hasta al frente de su negocio se instala alguien con una mesa a vender lo que él originalmente creó.

¿No será mejor utilizar las propias neuronas y diseñar algo que sea tan bueno o mejor que lo que ya hay?

En el mundo de la escritura ser original es un deber.

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@charjaim