Un saludo fraterno a los amigos de la comunidad de @steemvenezuela. Siempre estoy al pendiente de los días lunes para publicar algunos de mis escritos que he realizado cuando tengo un poco de tiempo. En esta oportunidad voy a compartirles una crónica relacionada a una de las leyendas conocidas del estado #sucre - #venezuela, la cual ha sido testimoniada por muchos habitantes del mismo.

    A veces, olvidamos que estamos inmersos en una dimensión con muchos misterios aún no resueltos. Por supuesto, Carlos también lo olvidaba. No recuerda cuando fue la última vez que escuchó a cerca de una historia de terror, de esas que muchos cuentan haber vivido, de hecho, las pocas que había oído nunca las creyó, o al menos, no quería creerlas. Era de ese tipo de personas que, cuando están solos en casa y escucha algún sonido producido por algo ilógico, procura, como dicen por allí, no hacerle mucho cerebro.

    ¿Quiénes somos?, ¿Hacia dónde vamos?, ¿De dónde venimos? Son apenas algunas de las preguntas sin respuesta en las que piensa Carlos cuando despertó en el hospital; solo, confundido y asustado. Normalmente, una persona que tiene un accidente vial, dependiendo lo trágico del accidente, puede llegar a recordar pequeños o grandes fragmentos de lo que le sucedió. Carlos, aunque recordaba exactamente lo que le pasó, no sabía cómo. Entonces, antes de contarle a la enfermera lo que le había sucedido, le pidió que soltara el lapicero y lo escuchara antes de anotar.

    Eran las 5:00 pm. del 05 de Julio del año 1992, cuando Carlos, junto a su familia, viajaban desde la ciudad de Carúpano al poblado de Río Caribe, porque su prima María estaba de cumpleaños. Carlos tenía una camioneta tipo pickut donde todos podían viajar cómodamente. En la fiesta cantaron, bailaron, bebieron y disfrutaron de la celebración. Cuando se hicieron las 01:13 am., Carlos decidió regresar a Carúpano; “¡pero si apenas comienza la fiesta!” le dijo la cumpleañera, invitándolo a quedarse hasta el otro día, a lo que no aceptó porque debía ir a trabajar al día siguiente, además pensaba en sus tres hijas menores que habían quedado solas en su departamento. Como los familiares de Carlos prefirieron quedarse, se regresó solo.

    No era la primera vez que Carlos manejaba por esta carretera a esas horas de la noche; de hecho, lo prefería por lo rápido que podía llegar a su destino, al no haber carros en la vía que lo retrasen. Ya en la carretera, se encontró con un camión Ford 350, tipo cava, de color blanco, de las usadas para el transporte del pescado, muy frecuentes por estas vías, incluso en horas nocturnas. Carlos no podía adelantarla porque en ese tramo de la carretera habían muchas curvas y, en el borde izquierdo solo habían peligrosos farallones; además, en varias oportunidades que intentó hacerlo, el camión encendía las luces rojas traseras que le indicaban que se detuviera o que recortara la velocidad, así que simplemente se quedó detrás mientras pudiese divisar una recta para poder sobrepasarlo. Usualmente, al manejar a oscuras detrás de un vehículo, dejas que éste te marque la vía mientras lo sigues, y claro, en esta misma situación se encontraba Carlos.

    Pasadas unas 4 curvas, Carlos no se percató cuando el camión delante de él se desvió, saliéndose de la vía y dirigiéndose directamente al desfiladero. En lo que sí se fijó claramente fue en cómo el transporte caía, trató de frenar pero ya era muy tarde; cayó al vacío unos 50 metros pero, por suerte, esa área de la vía no era muy profunda, sin embargo, quedó inconsciente por aproximadamente 30 minutos. Al despertar, en medio de la desesperación y el dolor por los golpes sufridos, Carlos sólo pensaba en cómo se encontraba el chofer del otro vehículo, sintiendo gran impotencia al no poderse mover para auxiliarlo; mientras tanto, a lo lejos ya comenzaban a oírse las sirenas de los grupos de rescate que venían a socorrerlos.

    Ya en la ambulancia, vía al hospital general de Carúpano, preguntó al paramédico sobre el estado del chofer del camión, éste lo miró extrañado respondiéndole “¿Qué chofer? ¿Cuál camión?”. Carlos sorprendido por esa respuesta, le explicó que cayó al vacío porque seguía un vehículo de transporte que estaba delante de él, cayendo primero. Dejó muy en claro, que él vio con sus propios ojos cuando ese camión caía al precipicio. El paramédico, con una mirada desconcertada, no siguió hablando porque asumía que el testimonio absurdo de Carlos era producto del accidente. Carlos, volvió a quedar inconsciente hasta llegar al hospital.

    La enfermera a quién Carlos le cuenta la historia, le confirma que sólo él había ingresado al hospital y, en el informe de los paramédicos no se menciona otro vehículo en el lugar del accidente, además del suyo. Ésto no es fácil de creer cuando fuiste testigo del hecho. Carlos, muy molesto, comienza a discutir con la enfermera, cuando a lo lejos se le acerca una señora mayor, quien le dice lo que Carlos jamás pensó escuchar.

    “Tranquilo, no eres el único que ha caído al seguir el camión blanco fantasma” le dice ésta señora. Obviamente Carlos, quien no es muy creyente de estas historias, no pensó en que se tratara de uno de esos cuentos de carretera. La señora lo miró y le contó acerca de varias anécdotas que conocía, sobre un camión-cava de color blanca que le aparece a los conductores de madrugada y los hace caer por el farallón. Carlos, en silencio, al no tener otra explicación, entendió que quedó atrapado, sin saberlo, en una de las tantas leyendas de las carreras del estado Sucre. Cada vez que recuerda lo vivido, se pregunta lleno de temor y angustia “¿Entonces, yo a quién seguía?”.