El deseo de Michael || Relato

in Steem Venezuela3 years ago

La xenofobia y la violencia están volviendo a ser uno de los principales problemas más recurrentes en la sociedad moderna. Este relato, está inspirado en uno de los hechos más lamentables que vemos en la sociedad: el racismo. Espero reflexionen la historia



EL DESEO DE MICHAEL

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Fuente: PIXABAY

—¿Es aquí? —Ana no lo podía creer. Despejó de sus ojos el flequillo caoba de su cabello.

—Sí Anna, —Michael era terco, pero esta vez había sobrepasado sus límites. Llevaba entre sus manos un par de escobas y algunos empaques de detergente— ¿No está bonita la casa? —Sus ojos resplandecieron animados.

La tarde y la nieve caían sobre ellos. Más allá de las rejillas y la puerta enlazada a un candado solo había una choza cubierta de sombras, polvo y pintura desgastada. No estaba nada bien para ser el privilegiado lugar donde se haría la fiesta sorpresa de Harry. Anna no estaba de acuerdo, y al parecer William tampoco. Éste último se quitó los auriculares tamaño tambor y despreció la casa con ojos decepcionados.

—¿Ahí le haremos la fiesta a Harry? —Will repudiaba la casa con sus sonrisas irónicas— ¿En esa pocilga? —Vio a Michael—. Tu abuela muerta tenía malos gustos.

—Vamos William, —Michael no perdió el entusiasmo—. Sólo hay que darle unos retoques y tendremos un envidiable salón de fiestas.

—Y para eso son las escobas y los detergentes. —Entró en cuenta Anna, viendo de mala gana los instrumentos de limpieza en las manos de su novio.

—Todo sea por la felicidad de Harry. —Michael atajó a sus amigos rodeándoles los hombros con sus brazos—. Vengan, tenemos una casa que arreglar.

—La felicidad de Harry me constará una alergia. —Will sabía que el polvo atacaría su nariz como una guerra mundial.

Michael logró convencerlos. Dejó a un lado las escobas y los detergentes y sacó una llavecita dorada del bolcillo de su pantalón. Intentó abrir el candado que enlazaba la puerta. Anna lo miró calentándose los brazos con sus manos elegantes. Ella tenía unos ojos tan claros que parecían amarillos, y su piel canela olía a tulipanes. Michael, por otro lado, tenía el cuerpo común de los basquetbolistas. Él siempre andaba pendiente de los menores detalles; su piel brillaba más de lo normal. En cuanto a William… él era feliz siempre y cuando escuchara música. Algún Hip Hop o un buen Pop, también escuchaba Jazz. En realidad cualquier música era buena para él.

—No abre. —Michael se preocupó al ver que su llave no habría el candado.

—Deja que yo lo intente. —Propuso Will. Tomó la llave y la giró en el cerrojo. Pero el candado parecía trancado.

—Hace frio. —Anna titiritaba— Mejor limpiemos la casa mañana.

—Lo siento Anna, —Michael había tomado una decisión— mañana es la fiesta, debemos hacer el trabajo hoy.

La cuestión era que Harry nunca pasaba nada desapercibido. Tenía 10 años pero parecía un viejo fastidioso de 63. Siempre andaba preguntándoles con insistencia sobre cómo se sentía ser un adulto, porque los adultos podían hacer cosas geniales como conducir y permanecer despiertos hasta altas horas de la noche. Michael respondía a sus preguntas cada vez que podía, intentando no alarmarlo con la complicada vida que tienen los hombres mayores.

Lo cierto era que su hermanito andaba tras la pista de su fiesta sorpresa, y Michael ya estaba cansado de que lo descubriera organizándolas. Esta vez iba a ser diferente porque ¿Cómo el chico podría descubrir que su cumpleaños iba a celebrase en la casa de la abuela que jamás conoció? Michael nunca había tenido una mejor idea que ésta en su vida.

—Saltemos por encima de las rejas. —Dijo Michael, aventando al otro lado de las rejas los instrumentos de limpieza. William le devolvió la llavecita y Michael la metió en su bolcillo.

De pronto se puso a escalar aquellas rejas con forma de diamantes entrelazados. Anna bufó temblando del frío, luego siguió a su porfiado novio en sus aventuras. William los siguió obstinado. Las rejas quedaron marcadas en sus manos. Saltaron por encima solo para oler el polvo viejo de la casa. Para entrar la choza Michael tuvo que darle una patada a la puerta principal. Dentro solo había telarañas y bichos sobre un nido de polvo. Se repartieron las escobas y comenzaron con el trabajo de limpieza.

Las narices aguadas, la música que escapaba de los auriculares de William, el polvo y las cucarachas que brotaban de las sacudidas de las alfombras… todo al mismo tiempo, escobazo tras escobazo. Al fin lograron un resultado al menos decente. La casa todavía estaba fea, sí, pero al menos servía para inventar una fiesta. Se tiraron en el piso pulido, estaban cansados y sudorosos.

—Bien amigos, al menos es algo. —Michael les dio aliento a sus compañeros—. Todo sea por Harry.

—Por Harry. —Replicó William camuflado de polvo.

—Quiero irme a casa. —Anna bostezó una nube de tierra—. Estoy cansada.

—Tienes razón amor. —Michael los ayudó a ponerse de pie—. Volvamos o Harry notará mi ausencia y comenzará a sospechar.

Esta vez dejaron las escobas dentro de la caza. Salieron cuando los copos de nieve camuflaban el viento. Era de noche, y por la calle vacía se oían los ladridos de los perros. Saltaron la cerca para salir, pero esta vez una patrulla policial los esperaba del otro lado.

—¡Al suelo! —Dijo uno de los dos policías—. ¡Están arrestados por asaltar propiedad privada!

—No es lo que ustedes piensan. —Explicó Anna, recostándose sobre la acera.

—¿Y qué debemos pensar? —Dijo el otro policía—. Ya estamos cansados de que se metan a las casas ajenas a fumarse sus yerbas.

—No es propiedad ajena, —Michael se negaba a seguir las órdenes—. Era de mi abuela.

—¡Dije al suelo! —Repitió el primer policía a Michael.

—Solo la limpiábamos para una fiesta sorpresa. —William, desde el suelo, quiso calmar a los policías.

—Ya me lo creo. —El que los apuntaba sonrió irónico— Tres negros en una casa abandonada… ¿Limpiando para una fiesta sorpresa? ¡Es el colmo de los inventos!

—¡Al suelo! —Le ordenó el otro nuevamente a Michael, apuntándolo con una pistola—. ¡No lo repetiré!

—Se los mostraré, —Michael solo tenía que mostrarles la llave del candado trancado para acabar el malentendido. Metió su mano en el bolcillo para sacarla—, solo déjenme…

No pudo decir más nada porque la bala en el pecho se lo impidió. El policía que había jalado el gatillo se encimó sobre el entre los gritos de Anna y los llantos de William. Se acercó sin despuntarlo con la pistola. Cuando lo vio más de cerca se percató de que el joven solo tenía una llave entre su temblorosa mano derecha. Desde luego que había cometido un error.

—¿Qué has hecho? —William les preguntó con el llanto en la boca.

—¡Iba a atacarme! —Se defendió el policía.

—¡Sólo te iba a mostrar la llave! —Anna reventó su ira—. El maldito candado se trabó, por eso saltamos la cerca. —No contuvo su furia y se abalanzó sobre el que le disparó a su novio. William atacó al otro.

Gritos y más disparos resonaron en los oídos moribundos de Michael. Su pecho discurría un río de sangre. La herida le ardía en el frío de la nevada. Su visión se nubló, pero aun así pensó en su hermano Harry y en lo que el muchacho tenía que afrontar cuando pisara la adultez. La vida era complicada, sin duda, y él esperaba que su hermano nunca conociera ese lado agrio del destino. Sintió las manos de Anna haciendo presión sobre su pecho ensangrentado, pero no encontró ánimo de al menos responder a sus gritos.

De pronto todo se hizo pesado y tranquilo. El mundo de los sueños eternos cayó sobre él. Vio a su hermano, a sus sonrisas, y escuchó sus preguntas quisquillosas. Iba a ser un pésimo cumpleaños, sin duda, pero quizás todo se trataba de un mal sueño. Aun así su último deseo fue para Harry. Pidió que el muchacho tuviera la oportunidad de vivir en una sociedad distinta.


Este relato forma parte de los lunes de escritura propuestos por @edlili24

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