Lunes de escritura: Las realidades de la vida por @alanasteemit

Hola comunidad de Steem Venezuela

Hoy me animo a escribir una historia de mi autoría para dejar mi aporte en este lunes de escritura.

Así que espero les guste lo que hoy he creado.

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Años me costó entender que el aprendizaje puede venir de muchas formas, no necesariamente de manera directa, y no lo digo con un aire de tristeza sino con la plena convicción que las lecciones de vida son las que dejan más aprendizajes y las que mas cuestan a pesar que pueden respirarse en cualquier lugar.

En aquellos años, mi posición era muy prometedora, vivía en una ciudad de las más grandes de mi país, tenía un empleo soñado, de esos que anhelas alcanzar cuando todavía estás estudiando. Respiraba progreso, esperanza y emoción y en función de esas cosas me enfoqué materializarlas.

Inicié un matrimonio con una linda muchacha, de esas que conoces y sabes que son para proponerle matrimonio y hacer hogar con ella y este también era mi caso, no podía esperar más de la vida, una buena ciudad, un buen empleo y una buena esposa.

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Quise hacerme indispensable en el trabajo, escalar para darle a mi familia más comodidades, había pasado un año y con él recibimos la noticia de que tendríamos un bebé, la sensación de ser capaz de engendrar y tener descendencia es muy particular, por un lado sientes plenitud y por otro miedo a no ser capaz de afrontar todas las responsabilidades que eso representa. Por los momentos todo iba bien, contaba con una buena empresa que respaldaría los gastos médicos, una esposa sana y un bebé que venía creciendo como se esperaba.

Lo que nunca vi venir fueron mis ausencias, porque ellas iban respaldadas de trabajar arduamente en función de mi familia, y me concentré tanto en ello que no vi la tristeza alojada en el rostro de mi esposa, porque sentía la soledad como una amiga que cada día se iba haciendo más íntima.

Mi hijo nació, tuve un hermoso hijo varón, sanito, con unos ojos muy vivaces desde que salió del vientre de su madre, mi obsesión por ser responsable era tan pulcra en mi ser que no vi la irresponsabilidad de reforzar los lazos de mi matrimonio.

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Si quieren que les de un ejemplo de mi ceguera selectiva, les puedo decir que no entendí porque mi esposa le molestó que yo llevara a mi jefa a nuestro apartamento para que conociera a mi bebé en horas de la noche, justo cuando ella sentada desde un balcón esperaba con ansias mi regreso, como todos los días.

─ ¡Pero! porque esa actitud de molestia, pensaba para mis adentros
─ Creo que el embarazo la dejó muy hormonal, me repetía.
─ ¿Qué tiene de malo llegar con alguien a casa?, eran mis pensamientos hacia mi esposa

Ejemplos como estos se hicieron más frecuentes, y mi ceguera se hizo cada vez más grande,

─ ¿Por qué siempre piensa en ella?, me decía yo mismo
─ ¿Acaso no ve que todo lo que hago es función a ellos?, me repetía constantemente.

Cuando me di cuenta habían pasado 2 años y se asomaba la llegada de otro bebé, debo decirles que se duplicaron mis ganas de trabajar, quedar muy bien en el trabajo, seguir haciendo lo que venía, porque al fin y al cabo eso estaba dando frutos, pasé de ser analista a coordinador de área y como comprenderán esos cargos exigen más compromiso.

Eso lo tenía muy claro, pero lo que siempre ponía en tela de juicio era la reacción de mi esposa al yo no poder estar en los primeros pasitos de mi hijo, en sus primeras balbuceadas, en los actos escolares y en los no regresos a casa juntos porque simplemente debía seguir trabajando.

Cuando mi esposa me planteó que quería irse a tener a nuestro segundo hijo en nuestro pueblo natal no me pareció algo porque alterarse, más bien me sentí hasta liberado, podría tener más espacio para trabajar sin la necesidad de estar pendiente de tres seres porque al fin de cuentas ella estaría más acompañada.

Mi esposa se fue, con nuestro hijo mayor en brazos y mi próximo pequeño en el vientre, sin volver a ver que tras su partida también estaba dejando atrás el amor que ella sentía por mi.

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Mi segundo hijo quiso nacer casi un mes antes del tiempo respectivo, mi esposa debía cumplir con un reposo absoluto para que su embarazo llegara a termino y mi hijo no corriera peligro, les vuelvo a confesar, sentí alivio, alivio porque ella estaba cerca de su familia quien la podía atender, así era mi gran ignorancia que no veía que yo era su familia y que ella esperaba una y otra vez que yo lo anhelara.

Mi esposa soportó una semana más, hasta que mi segundo hijo decidió nacer tras romper fuente a las 3 de la madrugada de un día en el que yo ni me había enterado, su familia había decidido darme la noticia de que era padre por segunda vez cuando el sol se había posicionado en el horizonte, y después de 7 horas de viaje llegué a verlos.

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Ya para aquellos años a los padres se les permitía días para estar con la familia, pero yo no lo vi necesario, ellos estaban bien cuidados, así que 7 días fueron suficientes para estar con mi esposa, conocer a mi segundo hijo y disfrutar del primero. Así que insensatamente la volví a dejar sola y me regresé a trabajar.

Mi esposa llegó a nuestro hogar después de 15 días, hoy lo veo en retrospectiva y puedo decirles que fue muy valiente, se encargó de la casa, de mis hijos, de mi y hasta de mis egoísmos al creerme un gran hombre.

Pero el día llegó, supongo que las lágrimas fueron más que el amor que mi esposa sentía por mi y la tristeza oscureció sus esperanzas de que yo pudiera cambiar y darme cuenta que mi participación en sus vidas era nula. Y sin siquiera yo sospecharlo mi esposa me dijo muy decidida y con una rotunda e irreversible decisión:

─ No puedo más
─ Mis ganas de esperarte me están amargando el alma
─ Me quiero divorciar de ti.

Nunca lo vi venir, mi ego era el dictador de mi vida a tal punto de pensar que ella siempre estaría allí. Y fue así como la perdí, perdí su cariño, perdí su confianza, perdí las esperanzas por una relación en la que yo estaba prestado y no me había dado cuenta, ese fue el puñal que penetró no mi corazón sino mi ego, porque en ese justo momento me di cuenta que el egoísta fui yo, que sufría de ceguera selectiva, que lo que mi padre me había enseñado de ser proveedor sin emoción no daba resultados en un matrimonio y todo eso llegó a mi como una revelación y pude ver que la tristeza en los ojos de mi esposa era la misma tristeza que acompañaba la mirada de mi madre.

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─ ¡Dios mío! que he hecho
─ Me he convertido en mi padre y nunca quise convertirme en él.
─ ¿Qué puedo hacer ahora?
─ ¿ Cómo hago para reparar todo el daño que he hecho?

Esta historia continuará...