Muchos son los verbos que podemos usar cuando nos referimos al hecho de disfrutar de un bello paisaje, sea este de un día soleado, lluvioso; también puede ser el de una tarde clara, un poco oscura quizás; a lo mejor el de una noche con un cielo colmado de estrellas, con una luna espectacular que nos inviten a soltar la imaginación ante la belleza natural que se despliega ante nosotros, o simplemente, que nos permita sentirnos parte de ellos, parte de la naturaleza prodigiosa.

Imagen @lanzjoseg

Así podemos hablar de admirar, ver, mirar, disfrutar, observar un paisaje al mismo tiempo que con cada una de estas expresiones experimentamos un determinado estado de ánimo, sea la alegría que nos embarga, la melancolía, la nostalgía o el pleno júbilo.

Tengo la gran dicha de frecuentar un sitio maravilloso, cercano a Caracas, situado en una montaña en el estado Vargas llamado Pericoco. Aquí los amaneceres y atardeceres siempre se nos ofrecen de variadas maneras, dependiendo de las condiciones del tiempo que se puedan dar en un momento determinado.

Pero lo cierto es que en la mayoría de las veces el cielo se pinta de diversos colores que van desde el blanco de las nubes, el azul tenue, el azul oscuro, sin hablar de los tonos grises, morados, rojizos y dorados que aparecen como por arte de magia y que nos embelezan ante su aparición.

Es en estos momentos en los que doy gracias a la Naturaleza por permitirnos ser parte de ella, observadores de sus múltiples manifestaciones, que nos llenan el alma y el espíritu de júbilo y alegría ante tanta belleza.