Mi entrada al concurso TopFiveFamily Observa Piensa Escribe /Por @gemamedina
Solemos admirar las guacamayas cuando aparecen en el cielo. Las observamos desplegar sus alas, ora en pareja, ora en grupos, acompañando su vuelo con fuertes chillidos que nos hacen buscarlas en el espacio y seguirlas en su movimiento hasta donde nos permita la vista.
Hemos crecido mirándolas en distintos lugares arbolados, como parques, campus universitarios, llanuras y zonas rurales y campestres. Recuerdo plenamente cuando, a eso de las ocho de la mañana, comenzaba mi clase en la escuela de Idiomas Modernos en una zona llamada San Bernardino en la ciudad de Caracas.
Qué momento tan especial cuando la severa Profesora Madame Gay comenzaba a dictar su clase de francés del passé composé, y a través de los amplios ventanales abiertos de par en par, a escasos metros, podíamos distinguir una pareja de guacamayas de hermoso colorido que, después de posarse en un árbol, andar sobre sus ramas, sobrevolaban el cielo azul, pintando con sus tonos rojos, azules, verdes y amarillos, la totalidad del espacio cerca, muy cerca de la clase.
Madame Gay, que era una profesora francesa muy estricta, decía que el sonido de las guacamayas no la dejaba oír el audio que tenía preparado para dictar la lección en la que Mireille Mathieu y Pierre Bertrand se conocían en una concurrida avenida parisina. Se ponía de mal genio, negaba con la cabeza como no admitiendo que las aves pudieran interrumpir su magisterio, a esa temprana hora de la mañana.
Nosotros, con cierta complicidad, nos mirábamos los unos a los otros y nos reíamos con gran disimulo de la situación, sin que ella por supuesto, lo notara. No queríamos que se molestará más y que nos quitara la media hora de descanso entre nueve y treinta y diez. Las guacamayas, después de un rato de placentero volar y chillar, se alejaban y se perdían en el horizonte. Ya las volveríamos a ver en la próxima clase: À bientôt, j'espère.
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Lo que nunca entendió la profesora es que las guacamayas amaban también el francés y solo querían ser unas estudiantes más de su clase.
Me encantó leer tu anécdota cuando la escuela de idiomas estaba en San Bernardino, te cuento que yo inicié la carrera, pero en la Facultad de Humanidades y Educación, allí todavía no llegaban las guacamayas.
Feliz día
Saludos, amiga. Sí, era el núcleo de Idiomas. Tenemos cosas afines. Feliz día.