Crecí en un hogar lleno de valores llaneros ya que mi madre era oriunda de Altagracia de Orituco, estado Guárico, y mi padre de la ciudad de Barinas, del estado del mismo nombre. Toda su descendencia de nueve hijos nacimos en los llanos venezolanos, entre Barinas y Portuguesa.

_{Imagen aportada por la moderación}

Tuve una infancia muy feliz, rodeada de valores que para los llaneros son de vital importancia, tales como la solidaridad, el amor al prójimo, el sentido práctico de las cosas, el buen humor y actitud positiva ante la vida, y sobre todo, el respeto hacia los amigos y familiares. La convivencia en el grupo familiar era un factor relevante en el núcleo de mis parientes.

Mis hermanos y yo viajábamos regularmente al llano, ya que por razones de trabajo mis padres tuvieron que dejar el campo para ir a vivir a una ciudad cercana a Guanare, pero ciudad al fin, con un ritmo de vida y costumbres distintas a las de un ambiente campestre y rural.
A pesar de que nos mudamos del campo a la ciudad nunca nos desvinculamos del paisaje llanero. Eran muy reiterados los viajes que hacíamos desde Barquisimeto a Guanare o a Barinas. Y disfrutábamos mucho de esos viajes puesto que veíamos el paisaje, el ganado pastando en amplias zonas verdes, muy extensas, los caballos y los jinetes cuidando los campos y el ganado, los sembradíos de arroz, maíz, naranjas y caña de azúcar. Otra de las delicias de estos viajes era el poder degustar de la sazón del llano, de las arepas de maíz recién pilao, de la carne en varas, de las suculentas sopas con verduras criollas que acompañaban al aire libre las tardes con música de cuatro, arpa y maracas. Qué de recuerdos!

Mis padres habían dejado una pequeña porción de terreno en el llano para sembrar y tener sus propios animales tales como vacas, cerdos, gallinas. Así que en cada estadía en el llano disfrutábamos de los paseos a caballo y observábamos el ganado pastando en la llanura que se perdía de vista, sin una colina que pudiera interrumpir el campo plano, llano, extenso. También íbamos a los lugares de ordeño: mi mamá sabía ordeñar sus vacas y siempre estuvimos en contactos con los becerritos y terneritos que nacían.

Esta ha sido una de las experiencias más bonitas de mi vida. Por eso, hoy al ver esta imagen de este bello becerrito no me queda más que cerrar los ojos y suspirar profundo al recordarme de mis días en el llano.