Los ignorantes dirán: “Uy, ahí está un bicho feo colgando. Hasta peligroso puede ser”. No, nada de eso. Soy tan solo una humilde libélula y me encuentro aquí colgada descansando un rato, reposando la comilona que me acabé de echar. Bueno, solo hasta el mediodía pude devorar a unos 150 bichos, más que todo zancudos y moscas. Mi estilo para comer es así: Cuando me canso de sobrevolar esta charca y de comer montañas de zancudos, entonces decido cambiar de restaurant y me dirijo al basurero que está cerca de aquí, y bueno, allá lo que me toca es tragar una mosca detrás de la otra. Sabrosas que son esas bichas, válgame Dios.

Y ese es el punto con respecto a los ignorantes, porque ignoran que yo soy uno de los mejores insecticidas de la naturaleza. Gracias a mi humilde labor tragando zancudos, ocurren menos casos de enfermedades como el dengue y el paludismo. Al haber menos moscas entrando a las viviendas de la gente a contaminarles la comida, contribuyo con que haya menos casos de diarreas y parasitosis.

Bueno, en verdad, a despecho de los apicultores, de vez en cuando me echo tal y cual abejita. Ellas son dulzonas. Son el postre de los insectos y me dan mayor energía, y es por eso que a veces vuelo pegado y feliz con mi pareja. Es lo que se llama “amor en el aire”. Porque para nosotras las libélulas es prohibitivo perder el tiempo, y es porque la hora se nos acerca. Mientras fuimos ninfas vivimos años dentro del agua, pero una vez que nos salen las alas, lo que nos queda son a lo sumo tres meses volando.

Bueno, ya está bueno de reposo. Me voy, y espero que nunca te olvides de lo que yo significo para ti. ¡Chau!

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