El período de la Ilustración francesa dejó en mí grandes aprendizajes filosóficos. El primero de fue el ejercicio de la libertad presentado en la Declaración Universal de los Derechos y Deberes del hombre y el ciudadano.

En su primer artículo señala:

Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales solo pueden fundarse en la utilidad común.

Aquí queda explícito que desde el nacimiento el ser humano es un hombre libre; no importa el color de la piel, raza, tendencia política o religiosa, entre otros. Viéndolo en el siglo XXI este primer artículo parece algo normal pero en 1789 el contexto era muy diferente. La esclavitud existía y existió hasta mucho tiempo después de la revolución francesa, por lo que las sociedades en el mundo pasaron un largo tiempo para digerir y asimilar el principio de igualdad en cuanto a ser libres.

Más adelante, la misma Declaración promulga:

La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no cause perjuicio a los demás. El ejercicio de los derechos naturales en cada hombre, no tiene otros límites que los que garantizan a los demás miembros de la sociedad el disfrute de los mismos derechos. Estos límites solo pueden ser determinados por la ley.

En este punto se expresa claramente que la libertad tiene fronteras. Mi libertad de ser y actuar termina cuando inicia la libertad de otro ser humano en el mismo sentido en que yo la ejerzo. Pero además, se invoca a la ley. Las leyes son hechas por los hombres en cada sociedad, pueblo o nación. Las leyes, entonces, permiten el funcionamiento equitativo de deberes y derechos en todos los hombres.

Recapitulando, el ejercicio de la libertad es un ejercicio de respeto, ética y responsabilidad en nuestras sociedades. El ejercicio de la libertad es un ejercicio de amor y fraternidad. Mientras yo funciono en libertad estoy consciente que los que me rodean también deben poder hacerlo.

Por otra parte, Rousseau (1713-1788) escribió la siguiente sentencia:

El pobre ama más el pan que la libertad.

Cuando leí esta frase por primera vez me pareció inaudita; no obstante, con mis vivencias actuales he logrado comprender e interpretar mejor esta terrible afirmación.

El pobre, referido a una persona de escasos recursos materiales, tiene infinidades de carencias entre ellas la adquisición de alimentos. Por lo tanto, sus motivaciones se encuentran en la base de la pirámide de Maslow, de allí que la persona pobre vive para cubrir esas necesidades fisiológicas indispensables para su sobrevivencia.

Una persona que se encuentre en la base de las jerarquías de Maslow tiene que satisfacer primero un conjunto de necesidades básicas para, gradualmente, ir hacia el ápice del reconocimiento y la autorrealización.

Ahora, con algunas canas, comprendo que el hombre con el estómago vacío es libre pero no ejerce su libertad en varios sentidos.

Amigos aquí termino con mi reflexión. No juzguemos a priori a quienes no han llegado a comprender que la libertad es inherente al respeto hacia los demás e irrevocablemente a la aceptación de sí mismo; en mi humilde opinión lo que debemos hacer es impulsar, a nuestros congéneres (revisándonos nosotros mismos constantemente), hacia el aprendizaje de los valores que conllevan al espíritu de la libertad.

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