Este film cinematográfico trata sobre un perro cuyo espíritu renace en varias vidas, de manera sorprendente, las recuerda todas, y esto es precisamente lo que le hace reflexionar sobre cual es el propósito que tiene en la vida.

La película comienza cuando siendo todavía un cachorro, es capturado por unos agentes caminos, lo llevan a una perrera y es sacrificado.

El perro tuvo varias vidas, nace y muere una y otra vez, siendo la mas resaltante cuando encarnó a un Golden retriever nacido en el año 1961. El travieso cachorro se escapa de una granja de perros y comienza a divagar por las calles, cuando está a punto de morir, es rescatado por el niño Ethan Montgomery, se lo lleva a su casa y lo bautiza como Bailey.

Bailey crece feliz a su lado y aprende algunos trucos que a lo largo de sus innumerables vidas nunca olvidó. Tiempo después se hace viejo y fallece.

Este perro renace muchas veces, en otras razas, con otros nombres y bajo el cuidado de distintos dueños, pero siempre tratando descifrar el propósito de su vida.

La primera escena que más me impactó fue cuando Bailey ya estando viejo, decía que se sentía cansando, quería dormir todo el tiempo y ya no tenía ganas de jugar. Los abuelos de Ethan lo ven mal y deciden llevarlo al veterinario, éste dice que no puede hacer nada por el y antes del último a adiós, llaman a Ethan para que se despida de su amado perro, luego lo duermen. Fue una escena muy emotiva.

La segunda escena que me impactó fue cuando Bailey (renacido en otra raza) en su incansable búsqueda por descubrir el propósito de su vida, encuentra a Ethan muchas años después, lo reconoce por el olor, a su vez que el hombre se da cuenta que se trataba de Bailey porque el perro hizo aquel viejo truco que le enseñó durante su infancia.

A partir de entonces, Bailey se da cuenta de que se trata la vida, de ser felices, de disfrutarla al máximo, de vivir el presente, de llevarle alegría y darle color al mundo de esa persona que tiene a su lado.