#cotinaart - Relato: El Lucero y el muchacho

Esa noche, el niño de la cabaña junto al bosque se perdió entre los árboles. Esto sucedió mientras sus padres estaban dormidos y el salió a perseguir luciérnagas. Fue tanto su llanto, que la pequeña Lucero, que para ese entonces también era una niña alcanzó a escucharlo. Cuando lo vio, se angustió por él, así que brilló lo más que pudo para que la viese en el cielo y así guiar al niño perdido hasta su hogar. Así sucedió, aquel pequeño atraído por la cálida luz de Lucero fijó su mirada en ella y emprendió su rumbo.

Ya estaba rayando el alba, ya no se alcanzaba a ver ninguna estrella en el amanecer, pero Lucero hizo un esfuerzo extra por mantener su brillo y así, el niño logró llegar a casa. Antes de entrar, él se dio vuelta y agradeció al Lucero por su favor y ella satisfecha pudo irse a dormir como cada mañana. Desde entonces, el niño saluda cada noche a Lucero y se levanta temprano cada amanecer para despedirse de ella.

El tiempo pasó y ya no eran niños, eran dos jóvenes. Lucero era aún más hermosa y él fuerte y amable. Su tradición permanecía, salía en la noche y saludaba a Lucero e incluso le contaba sobre su día, ella escuchaba atentamente. Ni siquiera la lluvia era obstáculo, Lucero brillaba con todas sus fuerza para que el muchacho alcanzara a verla y le saludase y él, en medio del aguacero, salía y le gritaba lo feliz que le hacía verle.

Lucero amaba al muchacho, más de lo que podría explicarse con palabras. Sin embargo, alguien más amaba a Lucero, o eso decía él; Rayo, otro joven impetuoso, no entendía por qué Lucero le daba tanta importancia a aquel simple mortal. Esa noche, se desató una gran tormenta; Lucero como siempre brilló tanto como pudo para que el muchacho la viese. Ahí estaba él, empapado, buscando entre los nubarrones a su Lucero.

Rayo se llenó de celos y de ira y confrontó a Lucero -¿no ves que es un simple mortal? Él es de la tierra y nosotros del cielo, jamás podrás estar con él- alegó. Lucero solo lo ignoró. Esto encolerizó a Rayo a tal punto, que envió una descarga eléctrica sobre el muchacho, lo dejó sin vida al instante. Lucero lloró desconsolada, como si el dolor más profundo y desgarrador se apoderara de ella. En medio de sus lágrimas, una voz sonó:

La tormenta cesó y el cielo despejado mostraba a todas las estrellas, menos a Lucero, ella ya no se veía en el firmamento. De repente, se escuchó una profunda bocanada de aire, el muchacho estaba vivo. Junto a él, se encontraba una hermosa jovencita de cabellera muy larga y mejillas sonrosadas, se trataba de la luz de esta historia, sin embargo, el miedo se apoderó de su ser al imaginar que su amado muchacho no sabría quien era ella. Toda duda fue disipada, cuando el muchacho le dio una mirada amable y al abrir sus labios, lo primero que articuló fue "¿eres tú, Lucero?".