Cuando tenía 14 años tuve claro lo que quería ser: maestra...

Sin embargo cuando le dije a mi profesor de historias que ese era mi deseo, me dijo que si yo estaba loca, que con el promedio que yo tenía, (fui una estudiante con un promedio de 18 puntos) era para aspirar ser doctora ingeniera abogada pero no una maestra.

Fue así como me daba pena decir la profesión que quería, sin embargo estaba decidida.

Cuando Salí de bachiller a los 16 años, a mi padre le avisaron de una prueba que estaban haciendo en una universidad cercana para aspirar a la carrera de ingeniería industrial.

Mis padres me persuadieron para que fuera a presentar la prueba y aun en contra de lo que quería fui y lo hice.

Paso que Salí seleccionada para estudiar ingeniería industrial y mi hermano también.

Mis padres estaban felices pero yo muerta de tristeza porque no quería eso para mí.

Sin otra opción intente ser ingeniera, pero tan solo 4 años más tarde Salí embarazada de mi primer hijo, luego llego un segundo y no continué estudiando, mi padre estaba decepcionado de mi.

Pero yo estaba determinada a pesar de mí fracaso a lograr mi sueño de ser maestra y por eso cuando mis hijos estaban un poco grandecitos comencé a estudiar lo que tanto quería: educación integral.

Comencé en el año 2003 y me gradué con honores en el año 2008.

Fue uno de los logros más grandes de mi vida.

Hoy por hoy a pesar de las vicisitudes que vivimos los docentes en mi país sigo ejerciendo mi profesión, llevo 18 años trabajando como maestra y aunque complemento mi sueldo con otras actividades, enseñar es lo que más me gusta.

Hoy en día le doy gracias a Dios por los años de ingeniería que estudie, las amistades que conocí en esa universidad las cuales aún conservo y la lección de vida que recibí: pase lo que pase, nunca debemos renunciar a nuestros sueños.

Le agradezco a mis padres por intentar hacer de mi una ingeniera, los padres siempre queremos lo mejor para nuestros hijos pero al final cada quien debe escoger lo que más le apasione.