Cuesta digerir el hecho de que el tiempo no existe porque en realidad nunca lo vemos. Lo único que notamos del tiempo son los cambios que se producen en la naturaleza. Es decir, cualquier acontecimiento tiene su principio y su final y a ese transcurso le llamamos tiempo.

Si pensamos un poquito, como para seguirle la corriente a los negacionistas del tiempo, cuando hablamos de un día, por ejemplo, nos referimos a una vuelta completa del planeta tierra sobre su eje imaginario; este giro completo se subdivide en 24 horas. Es decir, que es un espacio que se ha dividido en 24 fracciones. Lo que significa que cuando hablamos de velocidad lo que hacemos es relacionar el espacio versus otro espacio de algo que se mueve. Entonces caemos en el hecho de que el tiempo sigue sin verse, pero los que sí se ven bien claros son los hechos, cualesquiera que sean.

La respuesta inmediata de los que piensan de forma sencilla es: “Si el tiempo no existiera no nos pondríamos viejos”. Ahora bien, lo que sucede en nuestras células y nuestro organismo también es una infinidad de movimientos a nivel molecular, necesarios para completar el ciclo vital de las personas, animales o plantas.

Por otra parte y a nivel más profundo, el tiempo en el universo puede variar de acuerdo con el campo gravitatorio en donde nos encontremos. Así, por ejemplo, un reloj hecho en la tierra no va a funcionar igual sobre la superficie del sol porque allá la gravedad es superior a la de nuestro planeta. Lo que significa que allá se retrasaría. Y en objetos súper masivos como los agujeros negros se afirma que el tiempo se detiene.

En conclusión, el tiempo es un concepto abstracto creado en nuestras mentes, al que tenemos que administrar cuidadosamente a la hora de llevar a cabo todas nuestras actividades. Lamentablemente nadie escapa del tiempo.

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Dibujos de mi autoría. Fotos tomadas con un Huawei Honor