Todavía recuerdo aquellos conflictos entre mi padre y mi hermana mayor, llamada Raquel. Mi hermana en la escuela primaria siempre fue una alumna muy destacada, tanto que los profesores hablaban muy bien de ella. Terminó la primaria con las mejores notas y luego entró en el instituto, donde siguió siendo una de las alumnas más destacadas de su clase. Mis padres se sentían muy halagados por lo inteligente que era mi hermana.

Lo curioso es que cuando cumplió 16 años, empezó a tener cambios muy bruscos que sorprendieron a mis padres, que siempre la tuvieron como ejemplo. Mi hermana, de la noche a la mañana, perdió el interés por los estudios, lo que se tradujo en unas notas muy bajas, dejando a mi padre muy apenado.

Mi hermana se creía una jovencita porque había cumplido los 16 años y creía que podía hacer otras cosas como trabajar y aportar dinero a la casa. El día que le propuso a mi padre dejar la escuela, mi padre, muy decepcionado, no la detuvo.

Mi hermana se las arregló con otros primos míos y empezó a trabajar en una tienda de deportes donde ganaba el salario mínimo. Al poco tiempo, trabajaba en la venta de artículos para el hogar. Cuando pasaron dos años, mi hermana se había desilusionado con el trabajo y quiso volver a estudiar. Finalmente se graduó como profesora. Sin embargo, mi padre estaba muy deprimido durante el tiempo en que ella abandonaba los estudios.

Es importante plantear la siguiente pregunta: ¿Qué problemas escolares pueden tener los adolescentes?