Ser mamá es maravilloso, es experimentar un amor, un amor difícil de describir en palabras. Las mujeres tenemos en nuestras cuerpos la posibilidad de crear vida, y de vivir esta hermosa experiencia. Todas las mamás saben el inmenso amor que se siente al sostener a sus bebés y acompañarlos en su crecimiento.

Sin embargo, a las mamás se nos han hecho muchas imposiciones. Se nos dice que ser mamá es darlo todo sin esperar nada a cambio. Entonces aquellas madres que sacrifican su vida por sus hijas e hijos son las madres “perfectas” .

Ser mamá nos hace felices, pero realmente podemos ser felices de muchas maneras en nuestra vida, con nuestros hijos e hijas, con nuestros logros, con nosotras mismas. Ser una buena mamá no significa sacrificarse, significa acompañar a nuestros hijos e hijas de la mejor manera que podamos, aprendiendo cada día más como hacerlo mejor para ellos, y amándonos al mismo tiempo.

Todas las mamás seguramente hemos pasado por momentos de felicidad suprema, pero también por otros en los que el cansancio, la revolución hormonal, la pérdida de la identidad y el miedo a hacerlo mal nos desbordan. Y nos sentimos mal, muy mal. Porque se supone, o eso nos han contado, que la maternidad es “color de rosa”.

Por eso, la realidad es que la maternidad es una gran combinación de sentimientos. Dentro de lo que significa ser madre no siempre nos sentimos con felicidad plena, sino que en nuestro día a día vivimos una gran cantidad de emociones y sentimientos que incluso pueden ser muy diferentes unos de otros, podemos estar muy felices y orgullosas de nuestros hijos e hijas, y al mismo tiempo sentir un gran agotamiento y muchas ganas de estar sola un rato; y en todo este proceso, muchas veces no tenemos un espacio para expresar cansancio, mostrar arrepentimiento o, incluso, llorar.

Si cambiamos como hablamos sobre la maternidad, podemos crear espacios para todas las madres, con todas sus realidades: las mamás que deciden no amamantar, las mamás que están deprimidas, las mamás que tuvieron embarazos aterradores, las mamás autónomas (que no tienen pareja) y las que son mamás a pesar de que realmente no fue su decisión. La maternidad nunca es fácil o simple, y aunque es difícil dar sentido a todo lo que vivimos y sentimos cuando nos sentimos acompañadas, el camino se hace más fácil.

Démonos la oportunidad de continuar disfrutando de nuestras maternidades, acompañándonos entre todas, sin olvidarnos de que somos personas, somos mujeres, y que también podemos decir: “estoy cansada”, “necesito ayuda”, “quiero un espacio para mí”. Es necesario que le demos importancia a nuestros espacios individuales, que busquemos la manera de equilibrar las tareas diarias con nuestras necesidades como mujeres. Practiquemos el autocuidado y dediquemos un tiempo a lo que pide nuestro cuerpo.

Esto es de vital importancia pues, para ser mejor mamá, debemos cuidar primero de nosotras mismas. Podemos decidir cómo ser mamás de una manera libre, igualitaria y empoderadora.