Sobredicho

Los refranes son breves sentencias que nos resumen, con su sabiduría, una determinada situación. Es habitual que recurramos a ellos para dejar en el aire sus inequívocas sugerencias.

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¿Es verdad que barriga llena hace a un corazón contento?

Si así fuese, sería muy fácil curarse de los males del corazón. Si tu pareja se va sin dejarte ni siquiera un adiós, si te engaña con otro y no puedes ponerte una camiseta porque los cachos no la dejan entrar por sobre de tu cabeza, si tienes algún desencuentro o altercado sentimental… el sufrimiento de cualquier índole que se pose en el costado izquierdo solo ameritaría de suficientes alimentos que vayan directo a la barriga para que el corazón deje la tristeza y se olvide de todo cuanto lo angustia.

Si una persona propensa a las desgracias -les aseguro que existen muchas más de lo que puedan imaginar- aplicara este remedio a sus penas cardiacas, pueda que viva con el corazón contento, pero se moriría muy rápido por los malignos efectos de la obesidad.

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¿Cuando los ojos no ven, el corazón no siente? ¿O lo sospechas?

A esta interrogante le responderé con otra: ¿Los ciegos tienen un corazón vacío? Cuando los ojos no ven, siempre vendrá alguien entrometido a contártelo y, de repente, nos haremos los locos y aseguraremos que eso me da igual, que desde hace mucho tiempo sabíamos que algo raro estaba pasando, pero lo único cierto es que el corazón se resiente y quiere buscar respuestas urgentes.

Es improbable, por otra parte, que en estos tiempos signados por la avalancha tecnológica de las comunicaciones, alguien se encuentre tan ajeno a su realidad como para no enterarse de todo aquello que le interese. Ni siquiera intentando colocar el corazón al margen de su entorno para que se mantenga ignorante de lo que pueda afectarle, sería posible que se cumpla esa sentencia. Porque estamos conscientes de que no es necesario ver para sentir, ya que la imaginación o el ramalazo de una sospecha, también hacen sufrir al corazón.

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¿Con millones de dólares compras mil cosas, pero solo con un beso compran tu corazón? ¿O eres/fuiste más exigente?

Lo curioso de algunos refranes como estos es que son muy extremistas… Cómo comparamos nosotros, en medio de esta agobiante crisis que ya se está alargando demasiado, millones de dólares con un beso. Sin embargo, vamos, de todas maneras, a examinar esto bien. En primer lugar, tal como dice una vieja canción: "ni se compra ni se vende el cariño verdadero", porque el amor es un sentimiento que no tiene precio, nace desde las más hermosas profundidades del alma.

Pero puede suceder que nos saltemos todos esos ideales románticos y decidamos vender el corazón: ¿Eso es lo que vamos a cobrar, un beso? O sea, de verdad alguien que tiene millones de dólares quiere conquistarte comprándote miles de obsequios, y le vas a decir que puede tirar su dinero a la basura porque con un beso basta y sobra. No creo que esto llegue a suceder en los interesados tiempos actuales. Claro, lo ideal es que con un beso sincero, apasionado y enamorado compren tu corazón, pero que la persona que ofrendó ese beso tenga en su cuenta bancaria los millones de dólares.

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Dicen que el amor no es quien enciende la flama en el corazón sino la pareja que mutuamente la mantiene viva, ¿qué tanto la mantienes tú?

No podemos excluir al amor de esta fórmula porque, de todas maneras, es imprescindible para que la pareja encienda la llama en el corazón. Si uno de los integrantes no se preocupa por mantenerlo vivo, lo más seguro es que se apague el fuego, ya que no funciona unilateralmente. Ahora bien, de mi parte siempre he realizado todo lo que se encuentra a mi alcance para que esa fogata crepite sin descanso.

Confieso que no ha sido fácil para un hombre sumamente distraído que tuvo que aprender en el camino a ser detallista con el amor de su vida, pero cuando los sentimientos son correspondidos, los designios del destino van afinando todas esas contrariedades hasta que la relación fluye a la perfección.

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El agradecimiento es la memoria del corazón, ¿qué tanto agradeces en tu vida?

Hubo un tiempo en que yo no quería agradecerle nada a nadie y sostenía que podía hacer lo que me diera la gana porque yo no había pedido que me trajeran a este mundo. Nunca me preguntaron si yo quería nacer; si lo hubiesen hecho yo hubiera respondido que prefería que me dejaran en la inexistencia, en la nada donde me encontraba antes del instante en que llegara a esta vida tan pequeño, endeble e incapaz de valerme por mí mismo.

Sin embargo, después me dejé de esas elucubraciones que nada bueno me aportaban y me dediqué a reconocer la grandeza de formar parte de una especie inteligente, consciente de lo que pasó y de lo que puede pasar. Y mientras más años llegaban a mi existencia, más agradecido fui siendo porque comprendí que en cada detalle, en cada acción que hagamos bien y nos proporcionen alegría, se encuentra la esencia de la felicidad. Hoy en día vivo agradeciendo todo lo hermoso que disfruto en cada instante que paso con las personas que aprecio y me aprecian.

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