Concurso Relatos cortos de terror: El espanto de la ciudad
Una vez que una de las hijas de Alonsa se la trajo para Caracas desde el extremo oriental del país, sus dos hijos que quedaban allá se venían cada cierto tiempo del pueblo a darle una vueltica a su vieja.
Quedaban apretaditos en el apartamento, pero estaban acostumbrados a compartir sus espacios con los de su sangre y los que no, que Alonsa tantas veces recibió en su casa y terminaron criándose allí.
Por esa mala costumbre de los hijos de ver enfermedad en cualquier gesto u olvido paterno o materno avanzada la edad, hace tiempo le habían diagnosticado en forma casera algún problema de memoria, el cual aún no habían definido con claridad.
Imagen propia editada en InShot
Una madrugada de domingo, los gritos de Alonsa despiertan a una de sus hijas.
¡Auxilio¡ ¡Ayúdenme! ¡Me estoy muriendo!
Una extraña entidad se le apareció aparentemente en sueños. Tuvo una visión borrosa de un ser caminando entre los rincones de aquel pequeño cuarto ocupado con su cama, los colchones de los visitantes y sus aperos, y un gato enorme, habitante sin fronteras del apartamento.
La impávida señora contemplaba espantada la figura indefinida que resaltaba sobre la blanca pared iluminada por las luces de la calle. Presa de un temor indescriptible, no sabía si estaba dormida o despierta. Su cuerpo no respondía a sus deseos de moverse, sus labios no respondían a sus deseos de gritar hasta que un alarido logró salir de su garganta despertando a la hija que yacía en una colchoneta en el piso.
Los hijos acudieron al llamado y vieron a su madre con el rostro pálido, que trataba de incorporarse. A pesar de la presencia de sus acompañantes, el espectro nocturno no la abandonó. Era evidente que nadie más tenía la facultad para visualizarlo.
Sin saber qué hacer y al no haber vehículo que transportara a la doña a un centro hospitalario a esas horas de la madrugada (cosa que en Venezuela genera más terror que los cotirelatos de Halloween), asumieron una subida de tensión y casi la matan en el trance.
Alonsa se recuperó de ese evento, pero nunca se ha permitido contarle a sus hijos que todas las noches un espectro deforme la visita en su cuarto de aquel apartamento de Caracas.
Gracias a mi estimado @cruzamilcar63 por motivarme a participar. No soy halloweenera, pero en Venezuela tenemos muchas historias de espantos y aparecidos. De manera que invito a los steemians @casv, @genomil y @zormar21 a sumarse al Concurso con sus relaaaatosss de terrooooor ¡buajajajajá!
No puedo imaginar el terror de sentirse acosado por un espectro, la verdad que existen muchas personas que tienen esa capacidad de ver cosas en otro lado y debe ser aterrador no poder controlar lo desconocido. Excelente relato que deja abierto a nuestra imaginación el destino de Alonsa. Saludos y éxitos. Un gran abrazo.
Gracias a usted, mi madrugador amigo, por su comentario tan gentil. Eso de ver espantos no lo maneja bien cualquiera.
Ojalá se anime a escribir algo en esta tónica, así como se inspira con lindos poemas.
Que tenga un feliz día
Tu y tu forma de crear suspenso jajjaa y definitivamente no iré a quedarme en un apartamento en Caracas jajaja me da miedo y capaz quedo tiesa como Alonsa. Gracias por participar querida.
Jajaja, tranquila, ven a Caracas con confianza que es solo un cuento.
Saludos amiga pobre Alondra que ve ese espectro todas las noche. Una historia acorde de la temática. Te felicito por tu talento. Bendiciones.
Muchas gracias. Amén
Alonsa, entonces, se acostumbró a la visita del espectro para evitar que los demás se preocupen. Muy propio de las madres venezolanas. Me acordé de un campesino de mi pueblo que aseguraba que él vivió con La Chigüira (un espanto parecido a la Llorona), pero la dejó porque era muy flaquita. Éxitos en el concurso y en todo cuanto lleve a cabo, amiga. Saludos.
Y para evitar que le diagnosticaron demencia senil amigo, hay hijos expertos en buscarle enfermedades a los padres.
De la chigüira nunca había oído. Fue inteligente, fingió una relación y luego la dejó jejeje