Dice uno de los párrafos del texto de la invitación a este concurso, que en el pasado los maestros eran rigidos, tuve la suerte de tener muchos formadores en mi vida y no sentí su rigor, aunque admito que conocí muchos de ellos que eran fuertes, hoy escribo sobre mi primera maestra, ella tiene nombre y apellido, o por lo menos lo tuvo, ya que se perdió en el tiempo y mas nuca supe de ella.

Allá en la lejania de la escuelita rural numero 1576, llego un dia de 1972 la maestra Fidelina del Carmen Bastidas, era una bella morena muy jovencita, habia nacido en la sierra falconiana y acostumbraba a usar pañoletas coloridas y era de una hermosa sonrisa.

En verdad ella no me enseño a leer de eso se había encargado mi recordada madre, pero entre las cosas que llevo a la escuela iba un viejo mapa de Venezuela, era como impreso en tela, allí nos explicaba las regiones, eso me hacia soñar con pueblos, montañas, mares y ríos y muchos años después cuando recorrí mi país por toda su extensión era como si a cada lugar que llegaba iba la maestra conmigo.

Acostumbraba la maestra ponernos a cantar junto a ella, tenia una voz muy hermosa y tierna que dispersaba como brisa entre aquellas tierras áridas, inolvidable para mi aquel himno que me enseño a amar la naturaleza, a los pájaros, a los arboles a la tierra.

Al árbol debemos solícito amor
Jamás olvidemos que es obra de Dios
Al árbol debemos solícito amor
Jamás olvidemos que es obra de Dios

El Árbol da sombra, como el cielo fe
Con flores alfombras su sólido pie
Sus ramas frondosas aquí extenderá
Y frutos y rosas a todos dará...

Años después me entere aquel era el Himno al árbol y que sus autores eran Alfredo Pietri en la letra y la música de un extraordinario artista como lo fue Miguel Ángel Granado, otra siembra que en mi dejo la recordada maestra.

Aquella maestra nos marco en muchas circunstancias, eramos niños campesinos y ella nos enseñaba lo que nosotros soñábamos, siempre he sido un enamorado de la lectura, alguna vez me presto libros con la condición de devolverlos intactos y hablarle de lo leído, aquello significaba para mi que me daba confianza y que yo era alguien en quien veían a un lector empedernido, fue la primera maestra que sembró flores en la escuela y la que hablaba con los representantes para que dieran libertad a los pajaritos que tenían enjaulados.

Pero todo en la vida tiene un comienzo y un final, un día la transfirieron de escuela, supimos los muchachos que estaba a muchos kilómetros de distancia, planeamos un viaje en bicicleta para visitarla, pero se enteraron nuestros padres y se frustro la aventura, desde allí nada supimos de ella.

Han pasado mas de 50 años desde entonces, cuando llegaron las redes sociales coloque sus nombre en los buscadores de internet y no hubo una sola noticia de ella, tampoco nadie mas supo a donde fue a dar, quizás se quedaría en algún caserío perdido en la geografía, si aun vive seguro es una ancianita de cabellos blancos rodeada de nietos, si ya cumplió con la cuota que a todos nos impone la naturaleza, le estoy eternamente agradecido de sus enseñanzas.

Los inolvidables maestros son unos artesanos, ellos toman la madera, la piedra, el barro y lo moldean con palabras, y aunque parezca que cada pieza resultante es igual, no es así, cada quien se forma de una manera individual, cada corazón es un mundo, cada mundo es un sueño.

Maestra Fidelina del Carmen Bastidas, gracias por ser mi artesana, estoy orgulloso de haberla conocido.

Muchas gracias por tomarse un tiempo para leer mi post. Hasta pronto

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