Apagón nacional en Venezuela: 7 de marzo

in Comunidad Latina11 days ago (edited)

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Recuerdo muy bien que en el año 2019 hubo un apagón nacional en mi país. Sí, así como lo lees, un apagón a nivel nacional que afectó a las 23 dependencias federales de Venezuela.

No sé exactamente a qué hora comenzó el apagón en los demás estados, pero donde yo me encontraba, fue a eso de las cuatro de la tarde en un caluroso pueblito llamado Cúa al suroeste de Miranda. Precisamente ese mismo día yo viajé para allá a encontrarme con Bárbara, y me quedé en casa de mi madre.

Para los venezolanos es habitual que hayan apagones, así que como de costumbre, simplemente estaba en casa esperando el tiempo que fuera necesario hasta que volviera. Pero ya habían pasado unas dos horas.

Yo estaba en la calle reunido con unos amigos frente a mi casa hablando para matar el tiempo, y llegó un señor en su escandalosa pick up y se estacionó frente a su casa, él vive justo al lado, y uno de los chicos le lanzó el chiste habitual de todos los venezolanos cuando las circunstancias son obvias.

—¿Sé fue la luz?
—Yo creo que sí. Déjame y pregunto —dijo el señor.
—¿No sabes cuándo vuelve? —Dijo otro chico preguntando con seriedad.
—Se fue a nivel nacional —dijo el señor mientras levantaba el capó del motor.

Nos pareció muy extraño que respondiera algo así. Lo primero que me pasó por la mente fue cómo lo sabe de eso si apenas habían pasado unas horas que no había electricidad. Además, cómo pudo enterarse sin corriente eléctrica de una información tan relevante como esa, ninguno de los móviles tenía señal para realizar alguna llamada o enviar mensajes.

En medio de las palabras que se cruzaban entre ellos, el señor añadió que esto es un golpe de Estado. Entonces los chicos se emocionaron y se decían unos a otros en ese tono jocoso investido de un profundo deseo ardiente, si por fin el dictador Maduro iba caer y seríamos libres. Pero yo preferí preguntarle algo más inmediato a las circunstancias.

—¿Estás seguro que esto es un golpe de Estado?
—Eso fue lo que escuché. Yo no sé.

No le pregunté cómo lo escuchó porque ya había cerrado el capó de la pick up e iba entrando a su casa.

Y nos quedamos con esa información fantaseando de cómo cambiarían a mejor nuestras jóvenes vidas después de librarnos de la dictadura. Estuvimos hablando de otras figuras políticas pensando cuál sería el próximo mandatario, de si lo haría bien, de cómo solucionaría el problema de la hiperinflación y la pobreza que hay en el país. Tocamos muchos puntos del ámbito social. Luego rondamos filosóficamente por lo ético, cuestionando si es correcto recurrir a un golpe de Estado para librarnos de la dictadura, todos hablando como filósofos racionales, el único hedonista de nosotros era Anderson alegando sus argumentos un tanto fuera de lugar.

Llegamos a la conclusión que un golpe de Estado no es correcto, pero con una dictadura sangrienta como la nuestra, la violencia para lograr la libertad parece el único camino para nuestra circunstancia.

Ya era poco más de las nueve de la noche, el cuerpo nos pidió azúcar y fuimos de camino a Ciudad Zamora, una urbanización gigantesca que está al lado de la nuestra y tiene unos edificios alargados pero con una altura de cinco pisos. Pensábamos que probablemente el apartamento estaba cerrado porque no había luz, pero llegamos justo antes de que sucediera.

De regreso a nuestra urbanización nos íbamos drogando con grandes dosis de azúcar y colorante de la botella de la Coca Cola mientras bebíamos.

La parada de las reuniones con mis amigos siempre eran en la calle frente a mi casa, dentro de mi casa, o en el arbolito, pero esta vez volvimos al arbolito, una inmensa planta de unos treinta metros de altura y muy frondosa, y allí ellos se comenzaron a drogar con el tabaco del chimó mientras lo escupían.

Pasaron pocos minutos hasta que me quise ir, entonces declaré un “calabaza pa’-su-casa”, y todos se fueron a sus moradas. No pensé que quisieran irse después que yo rompiera el grupo, pero así fue. Pero mi propósito no era mi casa, era Bárbara.

Llegué a mi casa por un vaso de agua y luego salí para El Hueco, la cuarta etapa de mi urbanización. Es una extensión ubicada en lo profundo de un pequeño valle, y ese no es su nombre original, así le llamamos todos los que vivimos en la zona alta de la montaña.

En este lugar era muy común ver gente niños en la calle y abuelos entados frente a sus casa por las noches, es la zona más apartada de mi urbanización y las costumbres de allí es la barbarie, el chisme y el chavismo, solo pocas personas cultas vivían allí y para allá me dirigía yo.

No fue difícil encontrar a Bárbara, estaba en la calle trasera de su casa platicando con sus amigas. Las saludé a todas, pero con ella había un acuerdo especial para ese día, a eso fui a Cúa. Nos comunicamos en secreto, yo volvía para mi casa y ella para la suya, eso debían creer sus amigas.

Yo partí primero y la esperé en la encrucijada que está en la cima de la montaña, ella llegó unos quince minutos después. Lo que menos nos interesaba era hablar, solo nos queríamos encariñar, así que la llevé a una casa que está por la calle donde vivo, esa casa no tenía su fachada cerrada y los vecinos de allí estaban de viaje y aún no habían vuelto. Nos ocultamos en el patio trasero y nos derretimos de pasión en la oscuridad.

Albertt Burgos.jpg

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