Su destino era trabajar para la colmena como lo hacía en cada día de su vida. Raúl era una abeja obrera y todas las mañanas salía de la colmena a recolectar el material necesario para la creación de la miel.

Su ruta de viaje siempre lo llevaba a recolectar dentro de la casa de aquella familia humana. Por lo general, encontraba en la ventana de la cocina algo que serviría para lograr el trabajo de todo el panal.

Un día estando en la ventana de aquella casa fue avistado por el hombre que era dueño de aquella vivienda. Él mismo, de manera alarmante, buscó una revista y luego de enrollarla se dispuso a golpear al insecto invasor.

Éste al ver la acción que significaba el fin de su existencia, comenzó un corto vuelo de energía y se posó un poco más alejado en el borde de la ventana. El humano se acercó violentamente levantando su brazo para envestir al pequeño insecto.

Al verse acorralado, éste se posó firme frente al atacante y haciendo una señal de alto con su pata le habló al atacante:

Sé que dentro de su instinto natural está la reacción de atacar a cualquier intruso dentro de su casa. No lo culpo por eso, ya que esa acción está dentro de la naturaleza de su especie.

Solo quiero que reflexione un poco sobre lo que está a punto de hacer. Me parece mentira que a pesar de auto considerarse la especie más inteligente dentro de las que habitan el planeta, todavía no analiza el mal que hacen.

A pesar de que somos considerados como unos invasores y plaga en sus vidas, debe considerar que somos parte fundamental de un equilibrio ecológico del sistema natural. Nosotras, las abejas, somos importante en la polinización que logra que muchas plantas se reproduzcan.

Gracias a esto es que ustedes puede formar parte del ecosistema del planeta. Al desaparecer nuestra especie, están acabando el futuro de la biodiversidad vegetal y como consecuencia, ustedes también desaparecerán.

No comprendo el por qué de los ataques a nosotras. Simplemente vivimos de lo poco que ustedes consumen. Prácticamente vivimos de los restos de comida, frutas, entre otras cosas, que son desechadas por su especie.

No molestamos a los humanos. Los ataques que han hechos muchas de mis colegas han sido respuesta de la agresión de muchos de ustedes. Al final, pelear con ustedes, a pesar de lograr ganar, es una sentencia de muerte para nosotras.

¿Es que acaso no podemos vivir en coexistencia? ¿En una relación simbiótica? Sólo pido que no me mate y que me deje llevar hacia la colmena lo que acabo de recolectar. Al final eso será un beneficio para ambas partes.

Mientras más rápido desaparezcamos, más se acortara el tiempo de existencia de la forma vegetal del planeta y con ello usted puede desaparecer como el resto de su especie.

Aquel humano quedó sorprendido, no solo por el hecho de que aquel insecto le hablara, sino que también por las palabras que emergieron de aquel diminuto ser. Por unos instantes observó a aquella pequeña abeja que poco a poco perdía tensión en su diminuto cuerpo.

Ambos se veían a los ojos mutuamente. Casi inmóviles se estudiaban, se analizaban, se comprendían. Los ojos de aquel hombre comenzaron a llenarse de lágrimas y de forma repentina asestó un fuerte golpe con la revista al pequeño insecto fulminándolo al instante.

Solo una frase emergió de la boca de aquel asesino global.

Ya no estaré vivo cuando ocurra el desastre

F I N