Desde muy joven, prácticamente desde su infancia, el mostraba una gran habilidad para conectarse con todo aquel a su alrededor, Por lo general se convertía en el líder del grupo y lograba obtener todo lo que quería.

Este don, habilidad o maldición, como lo quieran calificar, le dio la ventaja en su juventud ya que con su capacidad de congeniar con cualquiera lograba obtener la pareja que quisiera.

Siendo un lector asiduo de libros y clásicos literarios, uso esta habilidad con las mujeres para hacer su vida sentimental una imitación casi precisa de Florentino Ariza, personaje creado por el gran escritor colombiano Gabriel Gracia Márquez en su novela romántica Amor en tiempo de cólera

La vida de ambos se basaba en un amor no correspondido y en el desahogo de la pena vivida por ambos en mantener relaciones basada en lo carnal y no en el amor como tal.

A medida que el almanaque se reiniciaba una y otra vez en la vida de aquel joven, la libreta de anotaciones de lo que eran considerados trofeo, iba creciendo cada vez más.

Aquel, considerado por muchos de sus allegados don o suerte, lo llevo no solo a conseguir la mujer que quisiera, sino que también logro surgir económicamente convirtiéndose en un comerciante de prestigio y en una especie de playboy en la ciudad donde nació y se desarrolló.

Entre fiesta, cenas en restaurantes de alto nivel, eventos de prestigio y sobre todo un incontable número de mujeres el almanaque siguió girando hasta que aquel joven había alcanzado la madurez.

El día transcurría de manera normal sentado en su sillón en la oficina principal de su empresa. Dedicado a leer los diarios económicos buscando las noticias financieras del momento, se topó con la parte el cuerpo de farándula del rotativo local.

Su rostro que irradiaba gran alegría se transformó en uno que mostraba una enorme tristeza. La noticia de que su amor prohibido se casaba hizo que sus ojos se inundaran de tristeza y una lagrima comenzó a descender desde su interior.

Ninguna llamada, ninguna visita, ningún contacto con el mundo fuera de su oficia fue lo que le pidió a su secretaria. Allí quedo solo sentado en su sillón frente al ventanal de donde observaba toda la ciudad en la torre más alta que existía en la metrópolis.

Acompañado únicamente con la botella de alcohol fino y un vaso, el sol recorrió el cielo hasta que la luna ocupo su lugar. Pensando, meditando, analizando, paso el tiempo hasta que su mente consiguió lo que, para él, fue una ideal perfecta para su situación.

Al día siguiente delego todos sus negocios a varias personas de su confianza y en un impulso radical decidió mudarse de su ciudad de origen hacia la provincia del país donde habitaba.

Su nuevo entorno eran los llanos venezolanos. En su nuevo hogar, el hato donde poseía sus ganancias del cultivo vegetal y la cría de animales, pensaba comenzar su nueva vida. Cerca el poblado que luchaba diariamente por dejar de ser un pueblo y convertirse en una pequeña ciudad.

Un nuevo comienzo, un nuevo amanecer, pero como dice el refrán venezolano LORO VIEJO NO APRENDE A HABLAR, y lo que los primeros días fue un cambio, poco a poco volvía a sus viejos andares.

El querer sacar de su corazón el dolor por la pérdida de su gran amor, lo llevo a volver a su rutina y desempolvar su vieja libreta y comenzar a anotar nuevos nombres de lo que consideraba trofeos.

Bailes, fiestas, cenas lujosas, encuentros fugases, volvieron a ser su rutina. Y en este punto las similitudes se disipaban al ver a su alrededor a gente nueva, a trofeos diferente, pero se mantenía su personalidad, su don para lograr lo que quería.

Después de haber obtenido su trofeo aquella noche, decidió irse de la fiesta, y despidiendo a su chofer y guardaespaldas, comenzó a caminar rumbo a su casa. A pesar de estar algo lejos de donde se encontraba, había ocurrido algo en su último encuentro intimo que le había hecho recordar su pasado.

Se fue alejando del lugar por las pequeñas avenidas de la ciudad y a medida que avanzaba la soledad comenzaba a cubrir su alrededor. El reloj avanzaba mientras caminaba y con su andar llego a los límites del poblado.

Tomo el camino hacia su hacienda. Mientras lo transitaba la claridad fue sustituida poco a poco por la oscuridad. La temperatura descendía poco a poco y su cuerpo lo sentía.

El sonido de la pequeña ciudad era sustituido por los del paraje semi boscoso que rodeaba el camino y con algunas dificultades seguía caminando por aquel camino que no poseía la fortuna del brillo lunar.

El sonido producido por el viento al tocar las ramas de los arboles creaba un ambiente lúgubre. Y a pesar de que su piel se erizaba con aquellos sonidos, siguió su caminata sin prestarle mucha atención.

El cielo comenzó a tornarse de un rojizo extraño y en ese momento recordó lo que una vez le dijo una anciana tiempo ataras.

• Debe de cambiar su modo de vida mi querido señor. Algún día una de esas mujeres que usted utiliza como escape regresara a su vida. Quizás usted utilizo a la sayona sin saberlo y ella le pasara la factura –

Una sonrisa se dibujó en su rostro al recordar las palabras de aquella anciana, sobre todo cuando menciono a la Sayona, ese viejo mito que es muy popular de los llanos venezolanos y que cuenta la historia de una mujer espectro que se encarga de castigar a los hombres parranderos y mujeriegos que viven una vida alocada.

• Si la Sayona aparece la tendré que anotar en mi libreta –

Exclamo sonriente mientras seguía caminando por aquel camino oscuro que atravesaba aquel mini bosque, el cual cada vez se tornaba con un cielo rojizo con más rapidez.

Los ruidos se hacían más fuertes mientras su cuerpo y pensamientos sentían la invasión del miedo. Acelero el paso y a medida que avanzaba comenzó a escuchar pasos que lo seguían.

Volteo en varias oportunidades para comprobar si alguien lo seguía, pero el resultado era negativo. El cielo mas rojo, el viento más fuerte, el clima más frio, los sonidos más tétricos, lo llevo a dejar que el miedo lo invadiera en su totalidad.

Ese miedo lo llevo a que vigilara todo su alrededor mientras casi corría. En uno de esos giros de la vista tropezó y cayó de lleno en el piso de tierra. De casi inmediato se levantó del mismo. Con sus manos limpio el polvo de sus vestimentas.

Al terminar de quitar el polvo de su ropa, levanto la mirada y sus ojos los sorprendieron con la imagen del rostro de una mujer en el cielo rojizo. Su mente no podía analizar lógicamente lo que sus ojos mostraban. Se sentía desorientado y con el miedo como impulso primitivo la solución fue correr.

El miedo lo llevo a correr en dirección hacia el bosque abandonando el camino. Corrió, corrió, corrió perseguido por el viento y los sonidos del viento en los árboles. La situación se agravó cuando entre los sonidos de la noche se escuchó un fuerte lamento de una mujer.

El lamento que escucho lo llevo a la desesperación y con ella el único recurso que consiguió fue ocultarse en los arbustos de maleza que existían en el bosque. Su respiración estaba acelerada y él sabía que eso lo podría delatar ante su perseguidor o perseguidora.

Agachado, inmóvil, tratando de controlar su respiración e impulso se quedó allí, entre los arbustos. Pensaba, analizaba, buscaba una lógica a lo que estaba pasando. Su mente se preguntaba su modo de vida le pasaba la factura final por haber vivido de manera que lo hizo.

Pensaba mientras lloraba agachado entre la maleza. Cuántas mujeres estaban anotada en aquella libreta, todas ellas le habían entregado su amor y el solo había poseído su cuerpo. Solo eran trofeos para suplir la amargura de no poder amar a aquella mujer que era su mayor deseo.

Comenzó a arrepentirse de su vida pasada, entre sus gemidos de arrepentimientos y lágrimas derramadas por lo que se había convertido, los sonidos de la rojiza noche comenzaron a disminuir. El viento dejaba de chocar contra las ramas de los árboles y el silencio comenzó a cubrir el lugar.

Sus gemidos y lágrimas comenzaron a aplacarse y la tranquilidad invadió su cuerpo, mente y entorno. Su corazón dejo de acelerarse y su mente se despejaba poco a poco.

Se incorpora y ya calmado reflexiono un poco más sobre el cambio que debía hacer en su vida. El miedo y el desconcierto abandonaba su rostro y era reemplazado por un positivo semblante.

Ya calmado se disponía a volver al camino cuando sintió a alguien en su espalda. Giro y allí pudo ver aquel espectro con forma siniestra de mujer que lo observaba con una sonrisa reflejada en su maléfico rostro.

Por algunos instantes se observaron mutuamente en silencio. El silencio que fue interrumpido por aquel grito de ultratumba que emitió aquel ser diabólico haciendo que aquel ya no tan joven ser cayera desmallado en el suelo.

Sintió como su alma abandonaba su cuerpo mientras caía. Allí quedo, mudo, inerte, sin emitir algún tipo de sonido. Solo sus ojos abiertos acompañaban el semblante de terror reflejado en su cara.

El almanaque ha girado un poco más de 5 veces desde aquel momento. Todos saben esta historia. La misma que hacer reforzar el mito de la Sayona. Todas cuentan el rostro que mostraba cuando fue encontrado por aquellos cazadores que volvían a sus hogares al día siguiente de la faena.

Una habitación que contiene una sencilla cama y una pequeña mesa de noche es el habitad de aquel joven ya no tan joven. Es su cuerpo ostenta solo una sencilla bata de hospital.

Se encuentra sujetado a la cama a través de amarres para protegerlo de los que considera una locura extrema. Anestesiado durante la mayoría del tiempo su vida trascurre en aquella habitación del asilo donde buscan volverlo a la normalidad.

Entra a la habitación una enfermera que busca confirmar si el paciente esta despierto. Después de comprobar que todavía está bajo los efectos de los tranquilizantes se dispone a salir de la habitación.

Su mirada se centra en la libreta que esta sobre la mesa acompañada de una rosa roja que comienza a marchitarse. La curiosidad invade la mujer y se dispone a ojear el libro de anotaciones

• ¡No la toques!

Grito con furia aquel paciente supuestamente dopado acompañado de frases ofensivas y de amenazas. La joven mujer salió de la habitación despavorida mientras la puerta se cerraba a su paso dejando atrás a aquel hombre lleno de furia…