Lo recordarás.

Mis versos estirados y el cielo aún vigente; ayer los aviones renunciaban a las alturas y las humedecidas banderas carecían de gloria.
Lo recordaré.

Las mareas que ya no adorna esas montañas, los barcos que se mudan al desierto y las nubes que ilusionan las miradas, vieron tu partida bajo el sol de los amantes en la tarde del ausente.

Junto a otro pedestal se enlutan los pañuelos cual protesta de las lágrimas ante la falta de objeciones.

A toda hora se repiten las baladas y en cada estrofa se detienen las ideas; cuan doloroso es ya no tocar el mar con tu boca.

El mundo huele a hipocresía; veo Guerra de consuelos, Tregua de ignorancias y el Progreso de la mentira en la parodia de la verdad.

Habrás de recordarme en alguna costa perdida o con cada playa encontrada, como este tenue susurro que hoy el viento convierte en velero y deja en tus labios.

¡Y vagan como aeronaves extraviadas los secretos de nuestros silencios!

Recordaré: Que ya nadie regala alegría en los hospitales y que pocos nos recuerdan en los cementerios y que los océanos y las islas, son solo las cicatrices de una almohada tras la vivencia de todo un sueño.

Me olvidarás —dijiste.
Recordaré —te dije.

Entonces ¿Por qué los pianos vagan solitarios sin sus notas?
¿Por qué se encalla en mis uñas tu fragancia?
¿Por qué las mareas juegan a las despedidas y los astros al silencio?

Ahora entiendo que es más fácil recordarte que perderte y aún más complejo nadar que ahogarme.

Y es que después de tanto reprocharlo, ya casi se me olvida cómo ayer te recordaba.