En medio de la habitación contempla a su hijo y recuerda las palabras sentenciosas de su madre: "No le hagas caso a Bruno, ese viene de la capital expresamente a enamorar a campurusas como tú, y después se va. Todos se van".

Y el destino presagiado no fue real. Bruno se casó con ella; y ambos salieron del altar felices ante la mirada atónita de todo el pueblo. Ella miró a su madre con altivez y se aferró al brazo de Bruno.

Ambos se fueron a la capital y, luego de la luna de miel, Bruno se dio a la bebida, las agresiones no se hicieron esperar. Ella aguantó hasta dónde pudo, pero no tenía otra alternativa sino la de regresar a la casa de su mamá.

Cuando la madre la vio le dijo: "Yo te lo dije. Ahí está la cuna del muchachito".

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